El camino de Santiago | El Nuevo Siglo
Jueves, 21 de Diciembre de 2017

Hace 13 años decidí cumplir con uno de los tres caminos que todo católico debería hacer en su vida: 1. El camino a Jerusalén; 2. El camino a Roma; y 3. El camino de Santiago donde el cuerpo del apóstol fuera enterrado. He hecho los tres, pero este último fue muy significativo, pues aparte de ser un tremendo esfuerzo físico, ya que se recorren unos 800 kilómetros a pie a caballo o en bicicleta, pues las tres modalidades son permitidas por la organización oficial del camino. Yo lo hice por la ruta francesa que sale de Saint Jean  Pied de Port en Francia, ubicada en los pirineos en la región de Aquitania.

El camino es una experiencia maravillosa que transforma, se hace en una actitud peregrinante, devocional y penitente. No es solo un paseo turístico, es un camino de fe y esperanza. Durante el recorrido se guarda silencio, pues se trata del encuentro místico de uno mismo con Dios. Es sorprendente vivir la soledad en medio del camino, sientes que Él te habla, te muestra las señales del camino para que no te pierdas, como en la vida, entonces esa soledad te llena el espíritu confrontándote ante las realidades. Es un examen profundo de conciencia que logras hacer en los 20 o 30 días que dura esta peregrinación. Para cada peregrino es una aventura particular, ya que cada quien lleva sus propios motivos y en la medida que avanza nos vamos conociendo un poco más, pues no hay nada más desconocido que uno mismo.

La historia del camino es esta: Jesús dijo a sus apóstoles, “id por el mundo llevando mi palabra” y todos salieron a cumplir el mandato. Santiago el mayor, hijo del Zebedeo y Salomé,  hermano de Juan, decidió con dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro marchar a la Hispania. Permaneció 10 años evangelizando a unos pueblos de barbaros. Fracasado regresó a Judea. El rey Herodes Agripa al enterarse lo decapitó, desmembrando su cuerpo. Siete de sus discípulos tomaron sus restos y en un catafalco de piedra lo colocaron, embarcándose de nuevo hacia donde el apóstol había evangelizado. Llegaron a las costas de Galicia y desembarcaron en el cabo Finisterre que en gallego significa el fin de la tierra. Se preguntaron donde deberían enterrarlo y un gran campo de estrellas los iluminó, Compostela en lengua gallega.

Pasaron 8 siglos y un labriego llamado Pelayo se topó con el sarcófago y le contó al Obispo Teodomiro de Iría de Flavia, quien a su vez le comunicó al Rey Alfonso II, apodado el casto;  éste ordenó erigir una capilla para depositar  los restos del apóstol Saint-tiago en gallego, de donde deriva el nombre, proveniente de Jacobo en hebreo, Diego en castellano y Jaime, todos son lo mismo.

Alfonso II le contó al Emperador Carlomagno quien decidió ir a ver personalmente ese maravilloso hallazgo. Durante el camino junto al Emperador, muchos peregrinos se unieron y en cada población los recibían brindándoles posada, alimentos y agua. Ese fue el inicio del Camino de Santiago. Hoy más de 300 mil personas anualmente lo recorren transformando sus vidas. ¡Experiencia inolvidable!

arangodiego@hotmail.com