Entre los pliegues de las noticias que surgen del Gobierno Petro se ha quedado escondido el informe del Plan Mundial de Alimentos (PMA) sobre la seguridad alimentaria en Colombia. Según ese documento el 30% de la población colombiana se encuentra en una situación de inseguridad alimentaria entre moderada y severa, es decir, 15.5 millones de colombianos.
Llamo la atención sobre los siguientes datos: “… hoy los departamentos con prevalencia de inseguridad alimentaria más alta se concentran en la Costa Atlántica, siendo los más afectados: Córdoba 70%, Sucre 63%, César 55%, Bolívar 51% y la Guajira 50%...”. Es en las zonas urbanas donde se encuentra el mayor número de personas afectadas. Por ejemplo, en Cartagena y Barranquilla hay 430.000 y 330.000 personas en esa situación, respectivamente.
Los factores impulsores del fenómeno son tanto estructurales como coyunturales. Los primeros son la pobreza monetaria, el desempleo, la informalidad y el conflicto violento, con los desplazamientos consiguientes. Entre los coyunturales están la guerra Ruso Ucraniana, la inflación, los desastres naturales y el covid-19. En lo que el PMA llama las Dimensiones de Medición de la Seguridad Alimentaria, solo mencionaré la vulnerabilidad económica y la deuda de los hogares. Lo hago porque las cifras anotadas van a crecer dado los vientos grises de la recesión mundial y el afán gubernamental de “decrecer” nuestra economía. En cuanto a que el 43% de las personas pobres recurren al “gota a gota”, se debe principalmente a que el Estado colombiano no se ha atrevido a intervenir ese mercado diabólico. El objetivo fundante de la Banca de las Oportunidades, crédito barato para los pobres, se extravió entre los papers de los técnicos del ministerio de Hacienda.
En estos días llegó a mis manos la Radiografía de la Formación de Capital Humano en el Caribe colombiano, de Adolfo Meisel y Ángela Granger. Sin espacio para reseñarla, traigo sus conclusiones: En este documento hemos mostrado de manera muy clara que el Caribe colombiano tiene niveles de capital humano muy por debajo de lo que tiene el resto del país. Esto es muy grave por dos razones. En el ámbito internacional, en las medidas de calidad de la educación, una de las principales es la prueba PISA. Colombia muestra muy mal desempeño en esos promedios. Por tanto, si al Caribe colombiano le va mal en el contexto del país, somos la parte final de la cola del grupo. La base del crecimiento económico moderno es el capital humano de alto nivel; si la región Caribe tiene un rezago claro en su capital humano, puede caer en una trampa de pobreza, un círculo vicioso. Por eso, este tema es tan relevante para los diseñadores y ejecutores de políticas públicas, así como para los investigadores, periodistas, dirigentes gremiales, políticos, y, en general, para todo ciudadano.
El hambre y la mala calidad de la educación en la costa Caribe son un reto de dimensiones mayúsculas para la dirigencia toda de la región. Toda es toda. Enumerarla, haría esta nota muy extensa. Nuestros líderes deben actuar con rapidez. Esta es una batalla que hay que dar con pasión porque no se puede perder. Hago una propuesta: Que Adolfo Meisel, rector de la Universidad del Norte y Amylkar Acosta, director de la RAP Caribe, ambos eminentes investigadores de nuestra realidad, con los coequiperos que ellos escojan, hagan una convocatoria organizada a los líderes costeños para empezar a armar los escuadrones que se comprometan a parar el hambre en la costa y a darle educación de calidad a las generaciones que se están formando. Siento que es la hora de revivir el espíritu de lucha y servicio de la Liga Costeña (1919), de los Foros de la Costa, del Voto Caribe, del Compromiso Caribe, de la Casa Caribe. No hay alternativas: o lo hacemos hoy o dentro de 30 años el rezago del Caribe colombiano será irremediable.
Cuando emprendíamos, en el siglo pasado, un Viaje Hacia El Futuro, teníamos la esperanza de que nunca sucediera lo que hoy he contado aquí.