La campaña política ha sido criticada por la falta de propuestas concretas por parte de los candidatos. También se le ha reprochado que algunas de las pocas ideas que se escuchan denotan improvisación o desconocimiento total de los temas.
Me ha sorprendido, por ejemplo, la última iniciativa de Gustavo Petro en materia energética. Es para irse de espaldas. Recuérdese que ya había dicho que lo primero que haría si es elegido presidente sería prohibir desde el 7 de agosto del 2022 toda nueva “exploración” de hidrocarburos en Colombia. Es decir, suspender abruptamente la búsqueda tanto de petróleo como de gas natural en el territorio nacional. Búsqueda indispensable para reponer las reservas que se van consumiendo.
Ahora, según lo relata la revista Semana, sale con otro disparate: “¿Si solo tenemos reservas de petróleo para ocho años, porqué seguimos vendiéndolo en el exterior?”, ha dicho: O sea, lo que propone en esta ocasión no solo es dejar de buscar nuevas reservas para reemplazar las que normalmente se van agotando, sino que, además, plantea que se suspenda la venta de petróleo en el exterior que como se sabe es el principal renglón de nuestras exportaciones.
Las dos propuestas energéticas de Gustavo Petro llevarían a que, de una parte, perderíamos en poco tiempo la autosuficiencia energética que aún tenemos. Lanzándonos a una costosa penuria cambiaria al tener que importar todos los combustibles que consume el país. Y, de otra parte, al cerrar bruscamente las exportaciones de hidrocarburos abriríamos las puertas para una monumental crisis en nuestro comercio exterior por la disparada del déficit que acarrearía dejar de exportar crudo y pasar a importar todos los combustibles que consumimos internamente.
Esto significaría la quiebra de Ecopetrol y de las cuantiosas transferencias que esta empresa asegura cada año al fisco nacional y a sus accionistas privados que son millares. Todo lo cual, por último, desembocaría en una fuerte devaluación, en un colapso fiscal, en el cierre del crédito internacional, y sembraría la semilla de una gigantesca crisis macroeconómica.
Es difícil encontrar en la historia de la picaresca económica del país una seguidilla de despropósitos energéticos como los que viene presentado Gustavo Petro. La última propuesta equivaldría, por ejemplo, a suspender las exportaciones cafeteras; pero sería más grave aún pues las petroleras representan mayores ingresos para el país que las cafeteras.
El telón de fondo de Gustavo Petro para justificar sus propuestas es el argumento de que estamos entrando en una época de energías limpias en todo el mundo. Y es cierto. Pero a ningún país se le ha ocurrido que la manera inteligente de entrar en la transición energética es prohibir la exploración hasta dejar agotar irresponsablemente las reservas. O prohibir las ventas externas hasta generar una crisis cambiaria.
La transición energética que se está abriendo camino que en todo el mundo es bien diferente y mucho más inteligente. Consiste en encarecer con impuestos el uso de los combustibles fósiles para desestimular su consumo; apoyar formas nuevas de energías limpias (eólica, fotovoltaica, hidrógeno, cosa que se ha empezado a hacer con éxito en Colombia); apoyar la sustitución del carbón por otros energéticos; los países que tienen posibilidades hidráulicas como nosotros seguirlas apoyando; y fortalecer el transporte público movido con energías limpias.
En síntesis: moderar la demanda de fósiles, pero sin estrangular bruscamente su oferta hasta tanto se vaya dando el tránsito gradual de las energías fósiles a las renovables. Cosa que por supuesto no se va a dar de la noche a la mañana.
La propuesta energética de Gustavo Petro no pasaría de ser una improvisación lanzada con ligereza al aire sino proviniera de quien va ganando en las encuestas. Pero como va punteando hay que ponerle atención y la lupa analítica a todo lo que diga.
Por el momento, la última propuesta de Petro de prohibir la exportación de crudo me ha hecho recordar el cuento aquel del comerciante que se quebró porque un buen día resolvió que “no vendía más porque se desurtía”.
PD: La cifra del 10,6% de crecimiento en el 2021 es excelente. No es la mejor de América Latina (Chile y Perú estuvieron por encima) pero -así tenga un alto ingrediente de “rebote”- es sin duda un muy buen guarismo. Lo que no estuvo nada bien es que el presidente Duque se apresurara a divulgar la cifra desde Bruselas, cuando a quien le corresponde por ley anunciar las cifras del PIB es al Dane. Mal precedente.