Es un hecho conocido por los sociólogos y analistas de la sociedad colombiana, que entre nosotros prevalece un cierto darwinismo político. La competencia entre los distintos candidatos por llegar a los cuerpos colegidos, en especial al Congreso de la República, es feroz y de corte Darwiniano. Es decir, el pez gordo se come al más débil, sin ofrecer cuartel. Es especial desde que se han conformado las grandes maquinarias electorales, que cuentan con el control de las alcaldías y gobernaciones, que le facilita a los dueños del poder conseguir grandes recursos.
Existen algunas ventajas en el sistema electoral colombiano para los que representan los partidos políticos como instituciones, por tener la representación legal partidista, disponer de los avales, de los recursos de la reposición en metálico que dispone la norma electoral a los ganadores. Esa situación dificulta que prosperen las disidencias en los partidos políticos, de derecha, izquierda o centristas. Puesto que es en las convenciones donde se decide de manera democrática sobre los estatutos y programas de los partidos, que en el último caso suelen ser generalistas.
Desde los tiempos del Frente Nacional, la controversia entre los dos partidos tradicionales sobre el manejo del poder, bajó un tanto de tono. Fueron disidencias partidistas liberales como las de Alfonso López Michelsen, Luis Carlos Galán y en el conservatismo de Álvaro Gómez, las que consiguieron en su momento poner a pensar a sus partidarios y contendores de la política. Puesto que ellos tenían una visión personal de cómo debía manejarse el poder. En el caso conservador se plantea por Álvaro Gómez el tema del desarrollismo con la idea de acrecentar la riqueza nacional, promover el consumo y fortalecer la economía, para enriquecer el país. Puesto que la idea era conseguir el desarrollo para favorecer a la gran masa de colombianos, sin caer en la trampa demagógica de repartir la pobreza del Estado, que nos haría más pobres y alejaría las posibilidades del desarrollo.
Es curioso resaltar que en las etapas en las cuales el país dependía de la minería, las ganancias se quedaban entre unos pocos, En tanto que, por cuenta del café, la mano de obra en el campo se multiplica. Incluso, cuando los precios del grano en lo internacional eran favorables, las familias cafeteras cubrían sus gastos y con sus ganancias, la economía se estimulaba en grande. Es verdad que el negocio del petróleo es muy rentable, más por tratarse de una extracción tecnificada no genera mucho empleo y las regalías suelen se malbaratadas. Por lo que Álvaro Gómez era partidario de invertir esos recursos dentro de un plan macro de planeación y desarrollo.
Con el Darwinismo negativo imperante en la política, prevalece el poder del dinero sobre las ideas para captar a los electores. Ya no es la disputa de las ideas ni de los proyectos lo que importa, sino el poder de las maquinarias, locales, regionales y nacionales. Quizá por lo mismo, por cuanto entendió el problema, surgió como jefe nacional Álvaro Uribe, que se sale del partido liberal y resuelve fundar su partido y enfrentar a los grupos alzados en armas con una propuesta de corte nacionalista y con algunas miras al desarrollo. Él se afinca en el buen gobierno y desafía a los violentos de las Farc, cuando finaliza el experimento pacifista con ese grupo en el gobierno del presidente Andrés Pastrana, al que no entendieron los ultras militaristas de la Farc, como el mono Jojoy y Cano, entre otros.
Como Álvaro Uribe se había propuesto, de llegar al gobierno, restablecer el orden y combatir a los subversivos, el pueblo colombiano le voto masivamente, con la esperanza que, de continuar el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas, que había comenzado con Andrés Pastrana. Esa lucha se libra dentro de un sistema político democrático y garantista, que aun así consigue que los subversivos se replieguen a sus guariadas y sufren numerosas derrotas, lo que les permite a muchos colombianos volver a sus fincas y ponerlas a producir. Se ocupa de la seguridad en las ciudades. Lo mismo que se estimula la inversión nacional y extranjera. Los resultados son formidables, y Uribe es reelecto. Después apoya a Juan Manuel Santos, que es elegido. Santos cambia de casaca para seguir la negociación de paz en La Habana. Uribe persiste, gana el plebiscito al que convoca Santos por la paz, con la idea de lograr una renegociación, que infortunadamente no se concreta. Más la fuerza popular le alcanza para consagrar a Iván Duque en las plazas de Colombia que recorren de extremo a extremo del país.
Por supuesto, la izquierda sabe quién los derrotó, los enemigos del sistema, los antiguos y nuevos subversivos, los aventureros de toda calaña, por lo que aún sueñan con defenestrar a Uribe.
Más, precisamente, es el mismo sistema Darwiniano imperante el que hace que no puedan sacar del juego a Uribe, quien en los momentos de peligro saca su espíritu de Quijote y la voluntad de arriero indomable antioqueño.