El Efecto Mariposa | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Septiembre de 2020

Las personas cuando deciden o son llevadas a ignorar su naturaleza gregaria y por tanto a desconocer que requieren de otros, erróneamente amplifican su dimensión individual, llegando incluso a destruir el orden estructurado a lo largo de la historia.

Así, citando a Aristóteles, “el hombre es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar es mal humano más que humano”, cabe señalar que la rebeldía contra el sistema, su organización, sus autoridades -cuando con justicia y licitud ejercen el poder-, degenera en caos, anarquía y tal vez, parafraseando a Bakunin, en “destrucción del orden social imperante”.

Ese caos será consecuencia de una serie de actos y hechos aparentemente inconexos, pero que al observarse con rigor, aparecen inescindiblemente relacionados.  El revoltijo es la ocurrencia de sucesos aperiódicos y supuestamente aleatorios, causados en principio por un agente, pero en el que intervienen otros individuos que contribuyen a la desestabilización.  Ello quiere decir que un sólo sujeto no puede alterar el todo; depende de la participación de otros para producir el efecto deseado.

En la Teoría del Caos, dibujada por Edward Lorenz en los inicios del Siglo XX, se introdujo la tesis del “Efecto Mariposa” para indicar que un leve aleteo de una mariposa puede desencadenar un acontecimiento remoto y posiblemente catastrófico en sus antípodas, que sólo puede comprenderse como una cadena de eventos causales. Es por ejemplo lo que sucede cuando un temblor de considerable magnitud sucede en el pacífico del continente americano y más tarde en el tiempo un tsunami tiene lugar en el pacífico asiático. A primera vista parecería no haber conexidad entre los fenómenos. No obstante, al seguir la traza de los incidentes producidos por el primer hecho, probablemente se concluya que el segundo está relacionado con él y es un efecto del mismo.

Aplicando el “Efecto Mariposa” y la “Teoría del Caos” a las poblaciones se puede afirmar que el relajamiento del respeto a la normatividad y a los principios de convivencia pacífica, deriva, primariamente, en un estado de descomposición social. Lentamente, de manera imperceptible, los distintos estamentos de una sociedad van perdiendo límites y desdibujando los parámetros más elementales del comportamiento con el prójimo y por supuesto con el Estado. 

Aquellos agentes promotores e instigadores del caos van diseminando la idea de que lo ilícito es lícito, de que lo prohibido no tiene razón de ser y finalmente que cualquier estructura o aparato que pretenda cumplir sus fines de servicio público, constituye una amenaza contra la libertad absoluta de los seres humanos.

En una estrategia sistemática, persistente y continuada por sembrar el caos, se atrae a los cómplices con la promesa de libertad exacerbada, se les invita a la rebeldía y a la conducta antisocial. Todo ello como parte de una tendencia individualista en donde egoísmo, narcisismo y megalomanía son la regla.

Sin duda son múltiples los individuos que empalagados con la ilusión de ser dueños de sí, sin más ataduras que su propia voluntad, acceden a que su alma y su corazón sean invadidos por odios y venganzas ajenos y a que su identidad se defina en función de los intereses del agente primario que no busca otra cosa que la destrucción para finalmente, como Scar en medio de las tinieblas, ser el Rey de las hienas.

@cdangond