Ninguno suponía hace diez años que el joven Iván Duque sería presidente de la República, ni él como candidato podía prever que una pandemia convulsionaría al planeta y afectaría al país, le ha tocado difícil pero, sin entablar polémicas, porque “lo importante son las soluciones, no las agresiones,” continúa el desarrollo de su trabajo asumiendo a plenitud las responsabilidades inherentes a su cargo.
Razón asistía al doctor Alberto Lleras cuando afirmaba que “la política no debe hacerse a puntapiés” y menos en tiempo de cuarentena obligatoria. La decencia está por encima del populismo, del protagonismo efímero. Eso lo sabe Duque, el estilo es la expresión de personalidad, se vincula con el lenguaje, en la mitad del periodo resaltó que el mandatario no levanta muros.
Autor del libro “Maquiavelo en Colombia” con prólogo de Juan Manuel Santos, no tiene nada de maquiavélico, hay quienes lo juzgan severamente, conserva la calma, ejerce su liderazgo a cabalidad, antes de su elección con la más alta votación de la historia no había desempeñado cargos importantes en la rama ejecutiva del poder, destacándose si en su condición de senador con intervenciones parlamentarias importantes y demostración fehaciente de conocimiento de los temas.
El derecho de opinar, la discrepancia respecto de la adopción de actos administrativos es ejercicio democrático, cabe opinar de diferente forma sobre la marcha del gobierno y es lamentable que funcionarios públicos prepotentes a nivel alto se alejen del estilo de su jefe. El acierto no acompaña siempre a los presidentes, sin embargo resulta conducente que la crítica sea constructiva según lo establecido en la Constitución, se puede disentir con razón de determinaciones gubernamentales sin llegar al extremo de pedir cosas fuera de órbita tal como lo acostumbran interesados en debilitar la sociedad con presencia negativa y anárquica.
En el estilo Duque el contacto con sus compatriotas merece resaltarse, el mundo atraviesa época difícil, nos corresponde en Colombia a todos enfrentar grandes retos con unión y cultura, por encima de anacrónicas mezquindades personalistas.