Una noticia reciente decía que las reservas técnicas de crudo llegaron en Colombia a 1.958 millones de barriles lo que nos dará autosuficiencia petrolera de 6.2 años, mientras las de gas natural bajaron a 3.78 terapiés cúbicos, reduciendo la autosuficiencia a 9.8 años. Dicho de otro modo, dentro de 6.2 años tendremos que importar petróleo y dentro de 9.8 años, gas. Es un decir, claro, porque Colombia es importador neto de gasolina -ya que el elefante blanco de Reficar que costó más que el canal de Panamá y generó en 2018 más de US$250 millones en pérdidas, no da abasto-, y de gas porque en 2018 se importaron 553.000 metros3 para alimentar las termoeléctricas. Por si fuera poco, se importa biodiesel subsidiado de los Estados Unidos (aunque se acaba de poner una tasa insuficiente de importación) lo que tiene en aprietos a los productores nacionales.
Históricamente el sector petrolero ha representado un porcentaje sustantivo del PIB y de los recursos fiscales de la nación. Según leo en un magnífico artículo de opinión, de hace seis semanas en El Colombiano, “en pleno auge petrolero, 2011 a 2014, el ingreso por impuestos y dividendos de Ecopetrol representó el 2.2% del PIB promedio y permitió la reducción del déficit fiscal del 3.3% al 2.6%”. Pero, durante el gobierno de Santos, “en lugar de ahorrar la bonanza petrolera aumentaron de manera sustantiva el gasto público (no la inversión)” -mermelada, diría yo- de lo cual se derivó que hubiera habido necesidad de reformas tributarias cada dos años para esquilmar los bolsillos de los ciudadanos.
Los datos de ingresos futuros del gobierno, por regalías mineras y petroleras y dividendos de Ecopetrol, difícilmente solventarán el déficit que el gobierno Duque arrastra del desperdicio del anterior y ni pensar que podamos, como Noruega, ahorrar hoy para las necesidades de mañana. Porque ¿qué va a pasar dentro de seis años?
El artículo en cuestión sugería la urgencia de iniciar el fracking y daba un argumento muy interesante: dentro de 20 años el mundo entero -a pesar de los Peñalosas que andan por todas partes-se habrá pasado a los vehículos eléctricos (autos, camiones, barcos, trenes y hasta aviones) y, como el 50% del petróleo se consume como combustible (el otro 50% se emplea en asfaltos, plásticos, pinturas, disolventes, fertilizantes e insecticidas, detergentes, cauchos artificiales, poliéster, azufres, petroquímicos, fármacos etc.), el precio caerá proporcionalmente. Terminaba sugiriendo que lo que no explotemos en ese periodo habrá que dejarlo bajo tierra por falta de mercado.
Habría que recordar que los Estados Unidos se volvieron a poner en el primer lugar como productores de petróleo -por encima de Rusia y Arabia Saudita-, gracias al aumento de producción de 1 millón 600 mil barriles diarios, el doble de lo que produce Colombia, debido al fracking. Lo mismo debemos hacer nosotros.
El mundo produce y consume unos 90 millones de barriles diarios de petróleo que arrojan al espacio gases que producen efecto invernadero y generan elevación de la temperatura que está derritiendo los polos. Cada día hay más ciudades con problemas de contaminación por encima de los niveles máximos, con graves consecuencias para la salud. Conscientes de ello los países han pactado reducción de sus emisiones de carbono (Acuerdo de París COP21 2015).
Por ello y mil razones más, los pronósticos mencionados atrás se van a cumplir. Y por eso el gobierno debe abordar desde ya el fomento de las energías renovables y la trasformación del parque automotor hacia combustibles no fósiles. Así, más tarde, no nos hará tanta falta el petróleo.