En el campo del psicoanálisis está admitido que provocar el reconocimiento de la verdad no es fácil, la catarsis requiere un gran esfuerzo, la relación sincera entre el paciente y el terapeuta. Esta conclusión es antigua, se advierte desde el Sacramento de la confesión religiosa utilizada por el catolicismo, que exige el examen de conciencia, la contrición de corazón, la confesión de boca y el propósito de enmienda, si la absolución y reconciliación se ambicionan.
Este elemental principio se invoca ahora con motivo de lo que está ocurriendo a raíz del trabajo que a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, se le ha encargado en desarrollo del acuerdo de Paz. Lo que acontece no es un fenómeno novedoso. Cuando al poder llegó el Frente Nacional, el presidente Alberto Lleras, promovió la creación de la Comisión Investigadora de las Causas de la Violencia (Decreto 0942 de 1958), con el propósito de consolidar la paz, un ensayo que fracaso a raíz de la acción militar desatada -Marquetalia 18-V-64- por el abuelo de la Paloma enemiga del acuerdo de paz que ahora se desea. De esto fui testigo junto a mi padre, periodista de El Tiempo.
Reacción agresiva contra la Comisión de la Verdad dirigida por el padre Francisco De Roux, que ingenuamente pidió informes “secretos” en poder de las fuerzas armadas. Esta circunstancia de hoy recuerda lo que a monseñor Germán Guzmán -desterrado- le sucedió cuando integró la Comisión creada por Lleras, trabajo contenido en el texto de “La Violencia en Colombia” elaborado con el concurso de Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna. Provocó un debate enderezado a descalificar el informe revelador de las causas y los autores intelectuales de la “guerra”. La acalorada crítica, tan beligerante y peligrosa, dio lugar a un acuerdo colectivo de la prensa para no enardecer los ánimos y ocultar lo que se intentaba revelar.
Esto no es extraño. Cuando el presidente Barco quiso aclarar las razones del desorden público, estando el suscrito en la Procuraduría (1989), fui comisionado para que investigara el crimen de La Rochela (18-1-89) y la creación de los grupos paramilitares en el Magdalena Medio. Lo hice, entregué el respectivo informativo, resultado que ninguna trascendencia tuvo no obstante revelar formalmente los acuerdos entre el mando militar y los grupos de Isidro Carreño -Los Masetos- en San Vicente de Chucuri; salvo que tuve que renunciar al cargo y soportar retaliaciones que aun hoy padezco.
Ciertamente, para que el país recupere la paz perdida desde cuando fue invadido por los “colonizadores”, es necesario que se adelante una tarea política, franca y democrática, no fundada en la expedición de leyes que nada solucionan y si crean conflictos de todo género. Es indispensable que la autoridad proceda de buena fe, pero esto es una ilusión utópica, las mentes aberradas por el poder no pueden santificar la verdad y la reconciliación y no repetición.