Cada semana pareciera que Colombia alcanza el peor momento de su historia, sin embargo, días después, aparece un episodio aún más alarmante. La capacidad de asombro ha desaparecido, y la certeza de que este es, de lejos, el gobierno más dañino es irrefutable. La violencia y la inseguridad aumentan sin tregua, la crisis económica y social se profundiza, la corrupción está desbordada, y las amenazas a las instituciones y a la democracia son cada vez más evidentes. Ante este panorama desolador, Gustavo Petro se niega a corregir el rumbo ni asume la responsabilidad de sus actos en el grave deterioro del país.
Frente esta situación, solo hay una alternativa viable: la unidad de todas las fuerzas de oposición. Esta necesidad, que parece tan evidente para millones de colombianos, debe ser entendida y asumida por los líderes de los partidos y los precandidatos de diversas tendencias políticas de oposición. Aunque muchos de ellos han mostrado buena disposición para defender las instituciones, hasta ahora no se han delineado fórmulas concretas que permitan materializar una coalición capaz de contrarrestar el descalabro sistemático del país.
Lo que hemos visto hasta ahora son buenas intenciones que, sin acciones concretas, se quedan cortas ante la magnitud del desafío. En este sentido, el reciente llamado del exvicepresidente Germán Vargas Lleras a la unidad resulta esperanzador. El líder de Cambio Radical, expresó con claridad: “Invito a todos los colombianos y a todos los dirigentes que hoy se encuentran en oposición o que comparten nuestras preocupaciones a llegar unidos. Tenemos que mantenernos unidos con una candidatura única a la presidencia de la República”.
Este mensaje no deja lugar a dudas: es urgente encontrar el mecanismo que permita consolidar esa candidatura única y, aún más, asegurar una acción coordinada de la oposición para impedir cualquier intento de Petro por sabotear las próximas elecciones o alterar el orden institucional. Es el momento de actuar con determinación, claridad y sin vacilaciones.
La construcción de esta unidad no debe excluir a ninguna expresión u organización social que comparta el propósito de salvar al país, siempre y cuando los acuerdos se alejen del clientelismo y la burocracia. Asimismo, debe ser un espacio amplio, donde converjan tanto fuerzas de centro como de derecha, comprometidas genuinamente con la construcción de una gran alianza nacional.
En este contexto, figuras como Vicky Dávila, quien ha irrumpido con fuerza en el escenario político de cara a 2026, parecen estar en sintonía con este esfuerzo. Otras voces con alta credibilidad lo han expresado, como David Luna, Juan Daniel Oviedo, Juan Manuel Galán, y José Manuel Restrepo, entre otros. Ojalá, el Centro Democrático defina cuanto antes su precandidatura y abandone la burbuja para sumarse al diálogo y a la búsqueda de fórmulas. El tiempo apremia, y la unidad nacional no puede postergarse.
La coyuntura actual no ofrece otra salida. Si bien es posible que algunos aspirantes consideren aventurarse de forma independiente, esa estrategia sería un grave error en un momento en el que los ciudadanos claman, con desesperación, por la unidad. Con seguridad los colombianos premiarán electoralmente a los líderes y fuerzas políticas que luchen por este objetivo común, y castigarán la mezquindad de quienes pongan sus intereses particulares por encima del futuro del país. Es cuestión de voluntad política y amor por Colombia. La unidad no es una opción; es una obligación.
@ernestomaciast