1936: como la mayoría somos nacidos después de ese año y muy pocos conocen la historia española en ese periodo, vale la pena narrar inicialmente unos hechos que debemos tener presentes.
El 14 de abril de 1931, luego de unas elecciones que arrojaron un resultado contra la monarquía, el rey Alfonso XIII dejó la suerte de España en manos de la “segunda república”, un gobierno de origen marxista conformado por una coalición de la que formaron parte Izquierda Republicana, Unión Republicana, el Partido Socialista Obrero Español (Psoe), y el Partido Comunista. Niceto Alcalá-Zamora, católico y de clase media, fue su primer presidente, pero cuando el gobierno viró hacia la persecución religiosa, fue reemplazado por Manuel Azaña de la Izquierda Republicana. De gran influencia en el gobierno fue Francisco Largo Caballero, marxista del Psoe, quien fuera presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Guerra de la república.
El enfrentamiento entre la República y las fuerzas de oposición (Bloque Nacional de José Calvo Sotelo, la Ceda de José María Gil Robles y la Falange de José Antonio Primo de Rivera -fusilado el 20 de noviembre de 1936- y otros) condujo hacia un fracasado golpe de estado en julio de 1936, originado en Melilla. Diversos movimientos militares fueron a la larga dirigidos por fuerzas franquistas y se sublevaron, dando inicio a la guerra civil que duraría hasta la derrota de la república en 1939.
Apenas se inició el conflicto se desató una persecución religiosa feroz, de manera que se llegó un momento en que en la zona republicana (excepto en el País Vasco) no había ninguna iglesia abierta, que había sido incendiadas o destruidas así como los conventos, y cualquiera que oliera a cura, monja o cristiano practicante era encarcelado o, peor aún, fusilado sin fórmula de juicio. El caso más dramático es el de la masacre de Paracuellos de Jarama donde entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, por orden de Santiago Carrillo- posteriormente y durante 22 años secretario del partido comunista español-, fueron asesinados casi 3.000 intelectuales, religiosos, políticos y militares que estaban en las cárceles. Estudios bien documentados indican que entre 1936-1939 fueron asesinados en la zona republicana 12 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 263 monjas, sin contar los particulares cristianos.
Franco, es bien sabido, estableció un gobierno autocrático que ahora se conoce como “la dictadura” pero sin el cual quién sabe cuán habría sido la suerte de España.
Al morir Franco el 20 de noviembre de 1975, fue enterrado en la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, un conjunto monumental construido entre 1940 y 1958, en el que también fueron enterrados Primo de Rivera y más de treinta mil soldados de ambos bandos muertos en la guerra.
En diversas comunidades autónomas se han observado ataques anticatólicos durante los gobiernos del Psoe, incluyendo intentos de desacralizar las catedrales de Córdoba, Zaragoza y Jaca. Pero solamente el gobierno actual de Pedro Sánchez ha pretendido derribar la Cruz del Valle de los Caídos, para convertirlo en un memorial público sin rastros cristianos.
En el gobierno de Rodríguez Zapatero se retiraron varias estatuas de Franco. Pero Sánchez quiere desenterrarlo y como los monjes y la familia se oponen, les ha quitado el subsidio que tienen por ser parte del patrimonio nacional.
Han pasado 83 años desde el inicio de la guerra civil y 44 desde la muerte de Franco. Pero el odio del Psoe contra él está tan vivo como cuando asesinaban curas y monjas. Y estamos en pleno siglo XXI.