El poder de la vida | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Septiembre de 2024

La vida tiene un gran poder en sí misma, maravilloso, inevitable. El agua de una cascada cae con tanta contundencia que moldea la piedra del fondo del río, como también lo hace la suave corriente que acaricia a su paso las rocas del lecho. Una rama aparentemente débil es capaz de traspasar el duro concreto, buscando la luz.

Suavidad y poder no se contraponen, sino que se complementan. Al observar cada fenómeno de la naturaleza encontramos el poder creador, como en el viento que forma las dunas de los desiertos o lleva su polvo desde el Sahara hasta las islas del Caribe, o en el fuego que cuece la materia para transformarla. Claro, ese poder también es de conservación y muerte, como lo expresa la trinidad hinduista de Brahma -creador-, Visnú -preservador- y Shiva -destructor-, que nos recuerda que vida y muerte hacen parte del todo que conforma la existencia. Por ello, el agua, el fuego, el viento y la tierra también destruyen.

Nuestro poder vital llega desde nuestros ancestros, mujeres y hombres de los linajes maternos y paternos a los que pertenecemos. Fue el poder que utilizamos para crecer en el vientre de mamá y luego, nacer. El poder que nos permitió gatear y luego erguirnos para caminar, correr, saltar… Ese poder está en cada una de nuestras células, órganos y tejidos, y se renueva cada día por la gracia divina. Somos energía, de lo cual nos dan cuenta los tacs y electrocardiogramas, por si acaso aún no lo creemos. Sin embargo, no siempre estamos en conexión con esa energía, no siempre reconocemos ni usamos nuestro poder vital. 

Podemos pensar porque hemos desarrollado el lenguaje. Así, es posible tener diálogos internos, esos discursos que nos expresamos a nosotros mismos en la intimidad de nuestra mente y que nos permiten seguir en conexión o nos separan del poder creador. Nos conectan la alegría, la gratitud, la reconciliación, la generosidad, la lealtad, la compasión; en una palabra, el Amor.  Nos desconecta todo lo que se aleja de él: miedos, quejas, dudas, ingratitudes, tristezas, resentimientos, mezquindades. Todas esas emociones profundamente humanas se manifiestan en el cuerpo, como bloqueos, contracturas, fracturas, enfermedades, accidentes, o plena salud y vitalidad.  Danzamos entre unos y otros, pues así es la experiencia de la vida. 

Crecemos cuando somos capaces de mirarnos, reconocer eso que sentipensamos, ver aquello que nos ocurre en la mente y en el cuerpo, y nos aventuramos a transformarlo para evolucionar. Podemos hoy reforzar nuestra conexión con el poder vital o restablecerla. Entonces, ¿cómo es nuestra relación con ese poder? ¿Cuándo estamos en conexión, cuándo la perdemos?  Te invito a vivir desde tu propio poder, es tu derecho divino.

@eduardvarmont