¿Por qué necesitamos la guía Divina para ampliar nuestra consciencia? Porque se nos atraviesan los egos, que nos mantienen en dolorosas zonas de confort. Y, evidentemente, la competencia es una de ellas.
Siempre que competimos entramos en oposición: con ello, nos fragmentamos, nos rompemos y perdemos tanto la noción como la sensación de totalidad; hemos estado tan rotos en lo individual y lo colectivo que ni cuenta nos damos. Claro, la competencia hace parte de nuestra historia común: hemos competido por la supervivencia (1) y el favor de los dioses (2), por la conquista de territorios (3) y el establecimiento del orden (4), por el logro de objetivos (5) y la defensa de los ecosistemas (6). Esa es nuestra huella humana, que se refleja en las guerras entre naciones, las zancadillas organizacionales, las rivalidades entre hermanos, las comparaciones sociales… Todo ello nos parece natural, pero en realidad no lo es. Por tanto, la idea de dejar de competir nos puede generar resistencias.
Hemos aprendido a competir y nuestros egos -la porción caída de nuestras almas- se han acostumbrado a ello. El paradigma de la modernidad en el que vivimos y los enumerados seis niveles de consciencia en los que por lo general nos movemos asumen a la competencia como un valor. Es ahí cuando para evolucionar no podemos solos. Para salir de la dualidad que genera y mantiene el competir requerimos ampliar nuestra conexión espiritual. Al recurrir a la Totalidad de Dios podemos reflejar la totalidad aquí, traer los cielos a la tierra. “Para entrar en el cielo no es preciso morir”.
En el modelo de Espiral Dinámica de la Consciencia, desarrollado por Clare Graves, actualizado por Don Beck, Stephen Cowan y Ken Wilber, se nos plantea que podemos alcanzar un nivel de consciencia integrador (7), en el que se consolidan la solidaridad, la cooperación, la compasión y la inclusión, las cuales -aunque ya se vislumbran en los niveles anteriores- siguen siendo opacadas por la competencia. Desde una perspectiva espiritual, podemos abrirnos a la Gracia, trascender la dualidad y evolucionar verdaderamente, dejando atrás los lastres que nos separan, que nos impiden reconocer que en realidad somos uno.
¡La evolución es colectiva, no individual! Sí, tenemos ejemplos de personas a quienes la competencia les ha venido bien. ¿Cuántas? Realmente poquísimas, si contrastamos su número con la cantidad de habitantes del planeta. Evidentemente, sería iluso creer que el modelo competitivo va a dejar de existir. El cambio es individual, para quien esté listo, como cuando lo estamos y pasamos de kínder a primero de primaria; cada quien a su ritmo y en su momento. Cada persona, tú, yo, podemos hacerlo. ¿Estás en la disposición de probarlo?
@eduardvarmont