Los viejos rolos o cachacos solíamos caminar por la carrera séptima en Bogotá, de la Plaza de Bolívar hasta San Diego, una caminata que se llamaba el “septimazo”. La calle estaba llena de comercios, librerías, cines etc. La séptima, una vía casi recta era, por supuesto, arteria principal y se convertía en la carretera central del norte. En aquella época circulaban los tranvías por la carrera trece: los abiertos doblaban hacia San Fernando en la calle 67 y las “nemesias” subían por la Avenida de Chile hasta el Tout va bien.
Los tranvías desaparecieron poco después del 9 de abril 8 (1951). Súbitamente, un alcalde de cuyo nombre no quiero acordarme, resolvió peatonalizar la séptima que se llenó de vendedores ambulantes hasta en los andenes del Banco de la República. Así sigue hasta hoy. Los comercios desaparecieron, los cines cerraron y solamente siguen abiertas las iglesias, aun cuando no sé con cuanta clientela.
La alcaldesa propone convertir la séptima en un corredor verde, cuyo eje central es una troncal de Transmilenio. Desde la calle 26 hasta la calle 200 son 24 kilómetros que tendrían puentes vehiculares en la calle 92 (hacia la Circunvalar) y la 85 (hacia La Calera), pasos deprimidos, plazoletas, ciclorrutas, árboles, andenes y 23 estaciones para buses eléctricos y un costo de 2,5 billones de pesos, una obra que se licitaría este mes de abril y duraría en construcción hasta 2026.
El problema radica en que la séptima tiene un ancho de no más de 15 mts, desde San Cristóbal hasta la 26 y de ahí en adelante uno que varía entre 27 y 36 mts, de andén a andén. Hay que meter un Transmilenio con estaciones y sobrepaso y una ciclorruta, por lo cual hay que sacrificar el tráfico de los demás vehículos. La solución es simple: “¡De malas! Que no circulen”. En efecto, se dejaría un solo carril en dirección norte-sur, exclusivo para servicio -sólo entrada a garajes y suministros-. “¡De malas! Que tomen la 11 que solamente llega a la 64 y la 13 de ahí en adelante”. A Peñalosa se le cayó su proyecto por esas mismas razones. Los usuarios de la séptima no creen que esto solucione nada, excepto que el Transmilenio desde la calle 30, transportaría 1.600.000 pasajeros en ambas direcciones. Pero la mayoría de ellos, que vienen del sur hasta la 30 o van en dirección contraria, no tiene manera de llegar hasta la 32.
Quiero proponerle, señor alcaldesa, una solución más práctica y cuesta la mitad: un tranvía de tres vagones que podría transportar la misma cantidad de pasajeros, por la carrera décima desde San Cristóbal o más al sur si se puede, hasta la calle 200 (unos 30 kilómetros). En la décima con calle 26 tomaría la séptima hasta la calle 200. Tendría un ancho de 3.00 mts. igual al de los buses, pero iría pegado a los andenes y no por el centro de la vía y no necesitaría estaciones especiales, ni tendría sobrepaso como el Transmilenio. Dos tranvías, uno en cada dirección, ocuparían un ancho de 6.00 mts. El ancho de la décima da de sobra y la séptima desde la 26 también. Cada vagón tendría dos puertas, una de entrada con un recaudador y otra de salida. Competiría en velocidad y capacidad fácilmente con los biarticulados. Este sistema eléctrico está probado en todo el mundo.
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Coda: Mandar reclutas de servicio militar, con nueve meses de entrenamiento y no soldados profesionales a zona de violencia fue responsabilidad del comandante del ejército y del Mindefensa.