LOS precios internacionales del crudo se están comportando como un verdadero yoyo. Hace cerca de un mes los precios del crudo de referencia sobrepasaron el nivel de los 80 dólares el barril. A la fecha se han devuelto en más de un 25%.
Cuando los precios excedieron la barrera de los 80 dólares hubo una gran euforia. Hubo quienes llegaron a afirmar que, con aquellos precios, más las utilidades reveladas por Ecopetrol, no se requeriría Reforma Tributaria. Pero en el estrecho marco de dos semanas las cosas cambiaron radicalmente. El precio se devolvió y el entusiasmo se desvaneció.
Esto lo que muestra es que desde el punto de vista fiscal resulta extremadamente peligroso hacer las cuentas de la lechera con los precios del petróleo. Se creyó que bastaba adicionar el presupuesto deficitario del 2019 con un estimativo de los nuevos recursos que provendrían de los precios que, a partir de la entrada en vigencia de las sanciones de los Estados Unidos a Irán, se harían efectivos. Pero las cosas no resultaron así.
Como cualquier legislador tributario los Estados Unidos llenaron de exenciones sus sanciones al régimen de los ayatolas. O sea, varios países quedaron dispensados de la prohibición de comerciar con Irán, que era la esencia de las sanciones de Trump. La consecuencia de esto fue que el mercado no le hizo caso a dichas sanciones, y que los precios se devolvieron a niveles muy cercanos a los 67 dólares que es la base sobre la cual está calculado el presupuesto del 2019.
La moraleja de todo esto es que el precio del petróleo no nos va a proveer a lo largo del año entrante recursos estables para eludir la necesidad de una Reforma Tributaria. Y que si los precios mejoran durante algunas semanas pueden devolverse fácilmente, como sucede a menudo con las cotizaciones de los productos básicos. Y que por lo tanto no es prudente contabilizarlos como financiación de nuevo gasto público. Recuérdese que para que un nuevo ingreso pueda financiar con firmeza el nuevo gasto público se requiere, no que las nuevas cotizaciones duren 15 días o 1 mes, sino todo el año de la Vigencia Fiscal.
Tampoco le ha hecho ni siquiera cosquillas al mercado las noticias, cada vez más alarmantes, del desplome de la producción venezolana. Los últimos indicadores muestran que su producción va camino a los 500 mil barriles por día, cuando hace dos años Venezuela producía 3 millones. O sea, de seguir las cosas como van en el vecino país, a la vuelta de un año Colombia estará produciendo el doble de crudo que Venezuela. Cosa que era impensable, pero que el desgreño administrativo que el régimen de Maduro le ha causado a PDVSA ha llevado a que un país con una de las mayores reservas del mundo se ha convertido en un productor marginal, sin ninguna capacidad para influir sobre los precios del mercado.
Este dramático decaimiento de la producción de crudo venezolano apenas resulta comparable con la hiperinflación que se ha enseñoreado en el país del socialismo del S. XXI. Los últimos pronósticos dicen que en el 2018 Venezuela va a cerrar con una inflación de un millón por ciento, la cual, dada la dinámica exponencial de todo proceso hiperinflacionario podrá llegar, dice el FMI, a diez millones por ciento en el 2019. La locura. La economía venezolana está destrozada y más temprano que tarde tendrá que pasarle la cuenta de cobro política al régimen de Maduro que ha dejado llegar la inflación a niveles que ni siquiera tuvo la Alemania de la República Weimar en los años 20 del Siglo pasado.
La enseñanza de todo esto es que no podemos girar para efectos presupuestales contra unos mayores precios del petróleo en los mercados internacionales que son efímeros y se comportan como un yoyo. Y que como lo muestra la evolución de las últimas semanas estamos lejos de saber cuál va a ser su nivel promedio de sus cotizaciones en el próximo año. Lo cual, de acentuarse la guerra económica entre China y Estados Unidos, va a castigar a la baja los precios de los combustibles, a buena cuenta de la desaceleración económica que esta absurda guerra comercial ya ha empezado a causar.