El presidente Macron sorprendió inclusive a sus ministros y seguidores con el anuncio de que disolvía la asamblea legislativa y convocaba elecciones para el 30 de junio, primera vuelta, 7 de julio, segunda vuelta. Es el privilegio que tiene el jefe de gobierno en algunos regímenes parlamentarios y que le permite escoger la fecha de una nueva contienda electoral. Semejante privilegio responde a varios factores, pero principalmente a uno, clásico, que es el del reconocimiento de que el ejercicio del poder desgasta y que entonces la manera de equilibrar una competencia electoral es darle al gobierno esa ventaja, la de escoger la fecha que estime más apropiada. Es decir, la más ventajosa para su partido político.
En este caso, fue la elección de los miembros del Parlamento Europeo de las 27 naciones que integran esa Unión lo que llevó al presidente Macron a considerar que debería convocar al pueblo francés para que se expresara con respecto a la naturaleza del resultado que los partidos políticos franceses obtuvieron en la elección del domingo 9 de junio, en la cual la extrema derecha francesa representada por la señora Marine Le Pen obtuvo un desempeño muy superior al alcanzado en elecciones anteriores en la propia Francia y el partido político de Macron una disminución muy significativa. Lo que está haciendo es correr un enorme riesgo. Así ha sido su carrera política, porque le parece que no puede continuar gobernando después de una situación como la creada por estos resultados electorales. Así lo dijo en una breve alocución al pueblo francés el domingo por la noche.
Así las cosas, se han presentado hechos tan sorprendentes como el de la declaración del expresidente Sarkozy invitando a su partido a apoyar a la señora Le Pen.
Lo llamativo de esta situación es ver cómo los partidos políticos en lugar de llorar o quejarse porque los convocan para una elección decisiva a tres semanas vista, lo que hacen es salir inmediatamente a conquistar el voto. Por ejemplo, la señora Le Pen en todos los tonos exaltó la decisión de Macron, ella es su principal opositora, y declaró, una y otra vez, que ella y su fuerza política estaban listos para gobernar, para dar un nuevo rumbo a Francia, para corregir los errores, para ganar. Una derrota de Macron en estas elecciones parlamentarias francesas coloca un interrogante muy grande sobre su continuidad en la Presidencia y abre la posibilidad de que tenga que recurrir a construir un gobierno de cohabitación como le correspondió a Chirac y antes a Mitterrand, cuando en una estrategia similar creyeron que podían ganar y no resultó así.
Es muy satisfactorio ver cómo las fuerzas políticas siempre están preparadas en el caso de Francia, y en el de Inglaterra hace unas pocas semanas, también, para responder al desafío que se les plantea para barajar de nuevo la situación política y encontrar un gobierno que cuente con el apoyo popular. El segundo periodo de Macron no ha sido fácil y ha dado un lugar a la utilización de herramientas constitucionales que le permiten gobernar sin tener las mayorías y experimentar repetidas veces la amenaza de votos de confianza.
Así es el juego democrático. Así la relación del gobierno y la oposición. Y con las demás fuerzas políticas. No los toma por sorpresa. Están siempre alerta y listos para la contienda que les puede dar el triunfo electoral o una mejor posición.
El siete de julio veremos qué sobrevivió del formidable fenómeno político de renovación que significó el primer triunfo de Macron, en Francia y en el mundo.