La semana pasada tuve una conversación enriquecedora con una funcionaria experimentada y exitosa de la administración local, donde intercambiamos ideas sobre objetivos compartidos. Durante nuestra charla, ella resaltó la importancia de contar con programas de atención social probados en términos de éxito, alcance y beneficios desde el sector público. Esto permitiría realizar inversiones de manera más efectiva y eficiente, evitando experimentaciones riesgosas con recursos públicos.
Afortunadamente, en los últimos años, hemos sido testigos del cambio significativo en el papel que desempeña el sector privado en el ámbito de las políticas públicas. Empresarios y emprendedores han venido constituyéndose cada vez más, como actores claves en el diseño e implementación de propuestas que impactan directamente en la sociedad, en el desarrollo económico y en las comunidades.
Este avance refleja una compresión cada vez más profunda sobre la interdependencia entre los sectores público y privado en la búsqueda de soluciones de impacto para los desafíos sociales y comunitarios, económicos y medioambientales.
Desde la innovación hasta la promoción del desarrollo sostenible, el sector privado colombiano ha demostrado gran capacidad para crear y liderar estrategias que generan impacto a diferentes escalas y contribuyen al bienestar de la sociedad en su conjunto. Además que pueden consolidar procesos de mediano y largo plazo, lo que en muchas ocasiones, lamentablemente no ocurre en los gerentes publica, que por los vaivenes de la política colombiana, rotan permanentemente.
Otro aspecto clave en esta trascendencia del sector privado, es su capacidad para impulsar la innovación y la creatividad en la formulación de políticas públicas. Los empresarios y emprendedores, con frecuencia, están en la vanguardia de nuevas ideas, visión y capacidad para asumir ciertos riesgos. Conocen de tecnología e impulsan dentro de sus organizaciones procesos de digitalización, ciberseguridad e inclusión digital. Adicionalmente, tienen una mirada internacional, mundial y de región; conociendo procesos interesantes y exitosos en políticas públicas de otras naciones.
Así mismo, el sector privado desempeña un papel crucial en la promoción del desarrollo sostenible y la responsabilidad social. Cada vez más, empresarios grandes, medianos y pequeños, reconocen la importancia de adoptar prácticas empresariales éticas, respetuosas con el medio ambiente y socialmente responsables. Esto se traduce en promover la inclusión social, apoyar el emprendimiento y contribuir al desarrollo de comunidades vulnerables.
Afortunadamente, cada vez más, el empresariado está asumiendo un papel proactivo en la generación de soluciones a los desafíos del país. Empresas y emprendedores están adoptando un enfoque integral que va más allá de la maximización de beneficios, incluyendo a sus trabajadores, usuarios, comunidades vecinas o inclusive no vecinas, sector económico (aliados y competidores), dentro de sus políticas y programas.
Desde el punto de vista ambiental, las empresas también están transformando procesos de producción, de servicios y sociales. Cada vez más empresas están adoptando prácticas responsables, reduciendo su impacto ambiental, promoviendo el uso de energías renovables y contribuyendo a la conservación de recursos naturales. Esta conciencia ambiental no solo es un deber, sino que también es una oportunidad para la diferenciación e identidad y la generación de valor.
Otro de los aspectos claves del liderazgo actual del sector privado en políticas públicas, es su capacidad para desarrollar alianzas y colaboraciones entre diversos actores. Empresas, Estado, sociedad civil, academia, individuos, están trabajando unidos en alianzas estratégicas para abordar desafíos complejos como la vulnerabilidad, la pobreza, el cambio climático, el emprendimiento, los grupos poblacionales, y el acceso a servicios esenciales, entre otros. Estas colaboraciones con múltiples actores, son imprescindibles para el diseño e implementación de políticas públicas efectivas, sostenibles y por el bien común.
Por fortuna, para Colombia, cada vez hay más conciencia de la necesidad del trabajo colaborativo por las comunidades.