¿Misión imposible?
Las elecciones del próximo 30 de octubre serán cruciales para el futuro de Bogotá como ciudad inserta en el siglo XXI. La crisis moral y administrativa en que la sumió Samuel Moreno tendrá que ser superada definitivamente por un nuevo burgomaestre que le devuelva la confianza y la encauce hacia el progreso.
Ya, por lo pronto, los potenciales electores han comenzado por premiar a quien puso en evidencia el descalabro: el ex senador Gustavo Petro, a quien “la gente ha perdido el temor”, como atinadamente lo anotaba el editorial de El Nuevo Siglo esta semana.
Las encuestas lo han venido favoreciendo consistentemente y este es un fenómeno que no es gratuito. Ya lo hemos dicho en esta misma columna hace un tiempo: Petro ha sabido convertirse en uno de los referentes obligados de nuestro quehacer y pensar políticos. Desde que se reintegró a la vida democrática lo ha hecho con transparencia, dedicación, inteligencia y conocimiento pero, sobre todo, con coherencia y con un profundo valor personal y civil. Eso da réditos y grandes. Por ello merece ganar y tener una oportunidad que, como anotaba nuestro editorialista, demuestre a todos que jugar limpio es la mejor apuesta.
No será extraño entonces que él sea el próximo inquilino del Palacio Liévano y estamos seguros de que sabrá hacer un buen papel porque es serio y disciplinado. A su izquierdismo no hay por qué temerle, ya que ha demostrado que es no sólo viable ideológicamente, sino ha dejado sin mensaje a la otra izquierda, la hirsuta, por sectaria y cavernaria.
La verdadera incógnita sería con Gina Parody si ganara. Ella es pilosa y se sabe rodear y vender. Pero es un tanto engreída, pues su programa cree ser la única verdad revelada.
Sería bueno que Peñalosa pudiera culminar una tarea que dejó inconclusa cuando fue un buen alcalde. Pareciera que a los bogotanos no los convence con más de lo mismo. Si bien es cierto que transformó a nuestra aldea lugareña en una metrópoli abierta y cosmopolita, su cuarto de hora parece haber pasado. Debería, si no logra su nuevo intento, colaborar con Santos en darle al país la infraestructura que reclama con urgencia. Eso sería lo sensato y aconsejable para su magnífica hoja de vida.
A otro al que también le pasó su “cuarto de hora” es Jaime Castro. Raro que a un político tan curtido y sagaz le haya picado el gusanillo electoral, cuando nada ni nadie lo conecta ahora a la realidad bogotana. Mucha experiencia pero muy pocos votos. Llegó tarde, así de simple. Lo contrario le ha pasado a Luna y a Galán. No por mucho madrugar amanece más temprano. Todavía están biches y lo mejor que podrían hacer sería sumar su entusiasmo y sus ganas a quien gobierne y le ayuden a que esta terrible noche por fin termine.
El reto será muy grande para quien resulte victorioso. Tendrá que hacer un Acuerdo sobre lo Fundamental, como lo dijo nuestro editorial, pero sobre todo habrá que terminar todo lo que está inconcluso y, reiteramos, habrá que devolverles la confianza perdida a los bogotanos que fuimos asaltados en nuestra buena fe y en nuestro erario.