ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Julio de 2012

El fallo que Colombia reclama

 

La señora ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, cuando suspira por “las soluciones salomónicas” en el caso de La Haya, se equivoca por partida doble, al asumir como “salomónica” la orden de partir en dos la criatura y luego en no darse cuenta de que la verdadera sabiduría de Salomón radica en la orden de entregar el crío a su verdadera madre, como correspondía en Derecho y en Justicia de sangre. Y por no saber hacer esta distinción, nuestra bella María Ángela armó semejante galimatías, que puede tener serias implicaciones de orden jurídico en el proceso internacional en este escenario en donde se tipifica su ligereza.

Colombia ha esgrimido, desde siempre, la existencia de títulos históricos y jurídicos que apoyan nuestros derechos soberanos sobre el Archipiélago, el Uti Possidentis Juris de que hablan los entendidos. En segundo término, ha apelado al Tratado de Solución Pacífica de Controversias suscrito en Bogotá en 1948, mediante el cual se afirmó que los tratados suscritos entre los países miembros de la OEA hasta esa fecha (entre ellos el Esguerra-Bárcenas de 1928), quedaban excluidos de cualquier tipo de litigio subsiguiente entre las partes. El Pacta Sunt Servanda, como se conoce este compromiso. Es sabido que tanto Colombia como Nicaragua fueron parte de este Tratado, hasta que este último país, con el propósito de desconocer sus obligaciones, se retiró del mismo.

En la decisión sobre las excepciones previas presentadas por nuestro país, la Corte ha reconocido la soberanía de Colombia sobre San Andrés, Providencia y Santa Catalina, mas no se ha pronunciado aún sobre el curso de la delimitación marítima entre las partes, como atinadamente se lo ha recordado el expresidente Samper a nuestro Barquero.

Estamos convencidos de que nuestro Agente ante la Corte, el excanciller Julio Londoño Paredes, debió invocar el reglamento de la misma y recordar que ella debe fallar “en Justicia y en Derecho”, de acuerdo con los elementos jurídicos de que disponga el alto organismo, por ser un tratado acordado entre “las mismas partes y por los mismos hechos”.

Nuestro país, jamás de los jamases -y esto hay que tenerlo muy claro-, ha solicitado a la Corte que se pronuncie "ex aqua et bono" (los ingleses hablan de "from equity and conscience"), precisamente porque no nos interesan las “soluciones salomónicas” por mitades, como las interpreta erróneamente el vulgo -y perdón, también nuestra linda y despistada Canciller-, ya que una decisión en este sentido perjudica gravemente los intereses nacionales. Porque una cosa es la contingencia del litigio y otra, muy distinta, justificar una decisión en equidad y en conciencia, es decir, dividiendo la materia en conflicto.

Cuanta razón le asistía a Henry Kissinger cuando en sus Memorias opinaba que en la diplomacia “pesan los silencios más que las palabras”.

 

 

***

 

Adenda.Eran tan pocos los soldaditos en el Cerro caucano que los indios los sacaron a bastonazos. En este caso, soldado avisado fue apaleado.

ernestorodriguezmedina@gmail.com