Es otra guerra | El Nuevo Siglo
Jueves, 9 de Marzo de 2017

El avance de los acuerdos de paz con Farc y el esperado posconflicto generan prudente regocijo, aunque no con plena de satisfacción entre los colombianos, por marcada expectativa, esperando cumplimiento entre las partes, según lo pactado y firmado.

Mientras tanto, el Eln da muestras de vivir todavía en el siglo pasado, con una voluminosa bolsa de ideologías desaparecidas en gran parte del mundo, y algunas en la actualidad, convertidas en dictaduras decadentes.

Lo armado genera violencia y crimen. Está lejos de alcanzar renovación sana y creativa. Aparte de este capítulo con dolor y agresión, no puede desconocerse, secuestros y asesinatos a población civil, Policía y Ejército, caídos en ataques recientes en varios centros urbanos.

Las características de esta acción agregan imprecisión sobre número de secuestrados en las regiones, donde ha operado el Eln en las últimas décadas. El diario vivir tiene ahora otras luces de emergencia.

Llaman a Gobierno Nacional y demás autoridades como Justicia y fuerzas de seguridad, junto a ciudadanía, para articular estrategia contra corrupción, narcotráfico y violencia urbana, nidos que incuban el virus de guerra.

Mientras el Gobierno anda en politiquería 2018, la renunciadera de ministros, no inspira confianza y genera un aire de inestabilidad en medidas y decretos ya vigentes.

Están en su derecho a cambiar de silla para ir al Congreso o al próximo Gobierno. Sin embargo, la ida tan anticipada le pierde credibilidad al actual.  

Por abajo, la violencia urbana tiene un corte similar al narcotráfico. Son bandas con servidores forzados por necesidad para subsistir en barrios y zonas marginadas, olvidadas por estamentos públicos y privados.                                  

“Ahí, se hacía lo que se podía para vivir”, dicen jóvenes integrados hace pocos días, a rehabilitación social, organizada por una comunidad religiosa con varias ONG. Actuaban bajo amenaza, por necesidad de comida y vivienda. Enhorabuena quieren servir a sus familias y a la ciudadanía.

Son “retratos vivos” de la delincuencia, mientras más de medio centenar de personas desaparecidas desde el año pasado son buscadas en una fosa común, hallada por la policía en cerro sur- oriental de Bogotá.

La ola demencial del Eln, en medio del incremento de cultivos de coca, comercio de narcotráfico y delincuencia urbana y rural, hacen la mezcla armada. La sociedad comienza a resguardarse como puede, huyendo de asaltos y atracos. Es la otra guerra.

Todo hace pensar que hay insuficiencia de unidades disponibles en Ejército y Policía. No es despropósito plantear el desarme total de la población civil en el país.