Respeto profundamente los planteamientos académicos de Mariana Mazzucato y creo que es valioso tenerla como asesora de gobierno, así algunas ideas puedan ser discutibles y algunas otras ligeramente descontextualizadas. Si fuese por preferencia, me aproximo más a los planteamientos sobre economía política y política económica que proponen otros académicos como Deirdre McCloskey, Alberto Mingardi, o Arthur Diamond, pero aún en estos casos siempre con restricciones, porque creo que no existe una verdad única y menos en contextos distintos de aplicación.
Hoy en la literatura por ejemplo, no son pocas las críticas académicas al trabajo de Mazzucato y en especial a su obra “The Entrepreneurial State” en el sentido que su propuesta termina en un modelo excesivamente centralizado para hacer innovación desde el gobierno y que presume que éste será capaz de lograr avances sustantivos en innovación desde sus propias capacidades, por encima de la realidad de una innovación que la gran mayoría de veces recae en un sector privado que tiene más información de las necesidades puntuales de su sector, más flexibilidad, más capacidades en ciencia y tecnología, menos burocracia y más adaptabilidad.
Simplemente pensemos en avances innovadores con modelos tan anquilosados como los del Invima. Las críticas de la contraparte se extienden a su mirada sobre el sector financiero en la economía, o el papel de los dividendos y la reinversión, o el comportamiento del salario real y la productividad, o la diferencia que existe entre inventar e irradiar la innovación en la economía, o la racionalidad económica de innovar que desde el gobierno es distinta y eventualmente inviable fiscalmente, entre otros.
Diciendo esto, y considerando nuestras prioridades para el 2024 que deberían ser crecer, generar nuevo empleo (que terminó muy golpeado en los últimos 4 meses), construir confianza a la inversión privada y mejorar capacidad de ejecución del presupuesto nacional en inversión, creo que vienen como anillo al dedo las recomendaciones de Mazzucato dadas a Ricardo Ávila.
Me gusta que llame a un creíble trabajo entre el sector privado y el público para crear riqueza basado en la confianza y la co-creación. Comulgo con su idea de no quedarse en el populismo y a que la ambición por la transición energética se acompañe en resultados y no sea sólo “bla, bla, bla”. Acompaño esa idea de fortalecer el rol del DNP (lástima la salida de su director) y en su papel de promover más trabajo en equipo desde la torre de control. Como ella señala “No sirve que el Presidente se la pase hablando consigo mismo, que haga grandes discursos o monólogos, si los integrantes no saben trabajar juntos”. Esto último con un llamado a un mejor liderazgo.
Pero posiblemente el mejor mensaje, es aquel que envía Mazzucato, más con tono político “todo debe partir del amor y no del odio. Si esto se resume en un nosotros contra ellos, el estado contra el mercado, izquierda contra derecha, ricos contra pobres, NADA SIRVE…No se puede crear cambio progresista a partir del odio”.
Y esto aplica de lado y lado. No se puede crear cambio progresista ni otro cambio, a partir del odio y el irrespeto. Ojalá el cambio progresista arranque por dar ejemplo.
*Rector Universidad EIA
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