Evolucionemos | El Nuevo Siglo
Viernes, 28 de Junio de 2024

En muchas ocasiones, los seres humanos actuamos como si la evolución fuese ajena a nuestras vidas. En medio de la cotidianidad de la existencia, los avances tecnológicos y el entretenimiento parece que no vivimos, sino que sobrevivimos.

Si bien afuera la vanguardia es la inteligencia artificial, mayores velocidades de conexión como la 5G y demás avances tecnológicos -a veces con consciencia precaria-, en el adentro aún tenemos muchas oportunidades de mejora, de seguir creciendo no solamente como individuos, sino como el gran conglomerado humano que somos. 

Las teorías son puntos de vista que nos permiten comprender la vida; ellas se van sucediendo a medida que ampliamos nuestra base de conocimiento.  Una teoría muy arraigada en el mundo contemporáneo es que la competencia es fundamental para el desarrollo. Se pone como ejemplo lo que pasa en el reino animal… bueno, nuestra interpretación desde el paradigma darwiniano: lucha por el alimento, competencia feroz por el territorio e instinto de supervivencia que prima por encima de todo, pues no se ha superado lo básico. 

Por fortuna, también ya sabemos de otros vínculos de solidaridad y cooperación, no solo entre la misma especie sino incluso en unas que hacen parte de la misma cadena alimenticia. Entonces, el asunto es sobre cuáles son las miradas que privilegiamos, desde cuáles teorías recreamos la vida. Yo prefiero pararme en las teorías de la cooperación que en las de la competencia.

Si de veras pensamos en evolución, ésta no se dará por competencia sino por solidaridad. No es estando unos sobre otros como evolucionamos, y la prueba está en las guerras que hay hoy en el mundo, amén de la miseria, la inequidad y la marginación que aún hoy no hemos superado. Como humanidad, estamos en un momento en que si queremos sobrevivir como especie necesitamos dejar atrás la competencia. Nos enseñan desde pequeños a competir: a sacar cinco en el colegio, a izar bandera por encima del resto; nos comparan y aprendemos a compararnos y comparar, a competir.  Resulta paradójico hablar de esto en medio de la Copa América, que tantas pasiones desata.

Es posible crear otros caminos y de hecho ya los estamos construyendo: comunidades de aprendizaje colaborativo, en las que se respetan los intereses y ritmos personales; espacios de co-working, en los cuales es posible nutrirse de la experiencia ajena, compartida con el único interés del bienestar de los otros; equipos de trabajo en los que cada quien ocupa el lugar que necesita para su propio desarrollo, más allá de los rótulos de los cargos; sociedades en las que realmente se trabaja bajo la lógica ganar-ganar. Sí, tenemos la opción de ampliar la masa crítica colaborativa, para que en realidad evolucionemos. Todos, sin excepciones.

@eduardvarmont