FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 21 de Noviembre de 2012

Salud mental

 

Los salones de belleza y los bares reemplazan los consultorios de los médicos del alma e, incluso, los confesionarios.  Las angustias se ahogan  entre el maquillaje, el alcohol y la fe. El discurso de posesión del presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, Juan Carlos Rojas Fernández, llama la atención al respecto:

“Quisiera afirmar, que la psiquiatría es esencialmente una ciencia moral que explora los límites de la razón y por este hecho es, en cierta forma, una filosofía, así mismo en la medida en que  trata la razón del ser humano es una antropología; y ese ser humano  a su vez es una creación social que se transforma, esta característica hace su dimensión ético-política.

La psiquiatría, la salud mental y la enfermedad mental no son creaciones estáticas que se mantienen inmutables con el paso del tiempo; ellas son dinámicas, históricas y hacen parte de las representaciones y significaciones de cada sociedad.

La psiquiatría no puede quedar reducida a la identificación y tratamiento de patologías mentales aisladas, sino que ésta se debe extender a la prevención y a la promoción  de la salud mental. Esta apertura a lo social exige la interdisciplinariedad con las ciencias humanas lo cual permite que la psiquiatría no sólo se centre en la asistencia. El inmenso campo de la investigación social también le compete a la psiquiatría”.

El desequilibrio y la alienación colectiva no son un fenómeno nacional, es universal, pero no por ello podemos disculparnos. Hay que promover una política pública de salud mental.

Esta pandemia, causa de las múltiples patologías que entre líneas denuncian los medios,  la explica el profesor y psicoanalista Germán Aguirre Licht, así:

 “La educación es otro producto de consumo que prepara y somete al hombre para ciertos oficios y habilidades que lo capaciten para el logro del placer alienante, egoísta e inmediato, y son los sucedáneos de nuestra realidad, la cual es negada por una realidad impuesta e institucional como resultado de las seducciones del pensamiento moderno. Es así como el ser humano es transformado en autómata o en un instrumento que tiene solo la función de producir y someterse a otro como mercancía para obtener la ilusión de placer, seguridad, aceptación y reconocimiento a causa del sistema social de la modernidad, que masifica y aliena al individuo transformándolo en una ‘cosa de valor y uso’, condenándolo a la perdida de si mismo, pues se nos enseña a ‘no ser uno mismo’ y a identificarnos con el tipo de personalidad uniforme e impuesto por el sistema social y la cultura imperante, donde se espera que uno sea tal y como la sociedad espera que uno sea”.

Si el país se preocupara un poco más por la salud mental del pueblo y se hiciera investigación al respecto,  la violencia se podría reducir a sus justas proporciones. Hay que identificar el medio en el cual se incuba y transmite el virus de la agresión y encontrar la vacuna.