Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 31 de Diciembre de 2014

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Inocentes

Ya  se dijo que estas épocas de asueto brindan  oportunidad para dedicarle tiempo al ocio, entendido como el hacer sin otro interés que la recreación del espíritu y olvidando, principalmente, toda intención utilitaria. Oír música, ver cine, asistir al teatro y leer son algunas de las  ocupaciones que de verdad generan el descanso que reconforta el ánimo, no importa que, ocasionalmente, conduzcan a los infiernos del Dante, siempre que la vivencia espiritual permita construir fortalezas emocionales para proyectar un futuro reconfortante.

Esta reflexión la provocó la lectura de Nuestra guerra ajena, la última producción literaria de Germán Castro Caycedo, escrita con su habitual sereno estilo y que conduce al lector a una realidad que se debe reconocer, fundamentalmente, en lo que tiene que ver con el pasado reciente de la historia colombiana, una historia que se evapora con rapidez impresionante, en un país de amnésicos que escasamente vive el presente porque el pasado lo oculta o se lo ocultan y el futuro es tan incierto que no vale la pena forjarlo, salvo cuando se trata de hacer un capital, único valor que inculca la sociedad de consumo y al cual hay que llegar  no importa el modo, pues quien no tiene no existe.

El récord de las denuncias que contiene el libro sorprende, no solo por los infames hechos que resumen sino por el secreto en que muchas se han mantenido ante la opinión pública. El contubernio entre los medios, las autoridades y la delincuencia organizada para complacer al poder es asombroso, pero mucho más lo es que aquellos que ahora reniegan de los esfuerzos que se hacen para alcanzar la paz, hayan sido autores o cómplices y celestinas de autoridades que aún gozan de impunidad ¡y más grave aún personajes que siguen siendo escuchados y atendidos como líderes y voceros respetables!

Si en el país existiera de verdad una autoridad encargada de velar por el imperio de la ley y la justicia, el libro de Germán Castro Caycedo seria pieza suficiente para dictar un auto cabeza de proceso. Lamentablemente no hay quien se pueda lavar las manos.

Después de leer este fundamentado resumen de lo que fue el concubinato entre los paramilitares, los mercenarios y el Gobierno de Álvaro Uribe, no hay por qué temer que la justicia internacional pueda procesar a quienes, supuestamente, queden libres de culpa a consecuencia del proceso de paz que promueve el Gobierno. Aquí se hizo una amnistía y se dio un indulto de hecho.

El número de inocentes que padecieron y aún padecen las consecuencias del conflicto armado es mayúsculo, problema que podría resolverse si el país entero se hiciera el propósito de mirar para adelante, consciente de que un año más es siempre un año menos y que hay que aprovechar el tiempo para sembrar la paz y la fraternidad entre los hombres. Esa debe ser la consigna nacional para el año que mañana empieza.