GABRIEL MELO GUEVARA | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Octubre de 2012

La paz con los ojos abiertos

 

Aunque  sobren las buenas intenciones sería en extremo riesgoso olvidar la historia reciente y lanzarse a un proceso de paz con los ojos cerrados.

Iniciaba su mandato el presidente Belisario Betancur y el país aún se estremecía con su  discurso de posesión. El  llamado a la paz, la bandera blanca que ofrecía y su decisión de hacer todo lo que estuviera a su alcance para evitar que se derramara una gota de sangre más, llenaron de esperanzas al país.

La perspectiva de paz sonaba a música celestial. La gente se ilusionó. Abundaron manifestaciones de respaldo y se pusieron de moda las palomas. Como ahora.

Los colombianos las echaban a volar y las dibujaban en pavimentos y paredes. En la Plaza de Bolívar de Bogotá, miles de personas pintaban en el piso desde bellas figuras hasta mamarrachos que bien podían representar a cualquier animal, inclusive, poniéndole imaginación, a una paloma.

Gabriel García Márquez, haciendo lo imposible para que una brocha se comportara como pincel, delineó una paloma, que acaparaba la atención. Debajo de sus trazos esquemáticos escribió: “La paz con los ojos abiertos”

Por desgracia, el país no los mantuvo lo suficientemente abiertos para ver cómo la guerrilla malinterpretaba el espíritu conciliador de la sociedad y la benevolente paciencia del Gobierno. Los que venían a reinsertarse dieron media vuelta y regresaron al monte y el piso de la Plaza Mayor se cubrió con las cenizas del Palacio de Justicia.

En el proceso de estos días, el país apenas comienza a abrir los ojos.  Los actores principales saben qué buscan y suponemos que tienen elaborado su guión con precisiones, hasta el último detalle.  Pero los 44 millones de colombianos apenas ahora  se enteran. Empiezan tarde a abrir los ojos.

Por anticipado se advierte que solo quienes se sientan en la mesa conocerán los contenidos y avances de las conversaciones. El público se  mantendrá alejado e ignorante del día a día y se enterará de lo que ocurra por comunicados  oficiales. Mientras tanto, no le queda más remedio que formarse su criterio a ojos cerrados.

Y tampoco es mucho lo nuevo que se pueda descubrir sobre peticiones de la guerrilla. ¿No sería más conveniente, entonces, una apertura informativa desde el principio? Porque por mucha discreción que se pida, las filtraciones son inevitables. Recordemos que si dos o más comparten un secreto, enseguida deja de serlo. Aquí no se mantiene ni cuando es uno solo quien lo conoce.

Las barreras a la información estimulan especulaciones y valorizan las infidencias. Con la paloma en la mesa, lista para la disección, toda noticia que se filtre lleva intenciones sesgadas. Y no ayuda al buen resultado de las conversaciones que su desarrollo completo solo lo conozcan la cúpula de nuestro Gobierno, Piñera, algún  noruego, Fidel Castro, Raúl y Hugo Chávez. Es decir, Piedad, los miembros de las Farc, sus redes de apoyo, los cómplices internacionales, los reporteros de Telesur, los integrantes del Alba y los idiotas útiles y compañeros de viaje que organizarán las voces de apoyo y volverán a vender en el exterior camisetas untadas de guerrilla.

El éxito del diálogo  depende del respaldo popular y la transparencia informativa es vital para asegurarlo, pues  nadie respalda lo que no conoce. La reserva parece útil en teoría pero la información abierta es superior en la práctica, porque permite ver el mapa completo y  recorrerlo, como la paloma de García Márquez, con los ojos abiertos.