Los abuelos
Muchos son los temas que hay sobre el tapete para comentar, como el exceso de dinero que dice el ministro de Hacienda tener para programas sociales, el saqueo que preparan las EPS al caerle al 4 por mil que ya nos esquilmaron los bancos, la “papaya” que dio Piedad Córdoba al azuzar a los indígenas, el respaldo del Vice a la Constituyente, el sospechoso bloqueo a la labor de Patarroyo, y tantas cosas más. Pero me llegó una nota del gran escritor, humorista y abuelo Óscar Domínguez, que quiero compartir con los lectores.
“Me permito informar “uribe el orbi” que con estos ojos que se ha de banquetear el horno crematorio, vi al señor Gabriel Ortiz ejerciendo el irresponsable oficio de abuelo.
Lo pillé con las manos en la masa de sus dos nietos gringos en la mínima ciudad de hierro de Bulevar Niza.
Sobra decir que lucía una sonrisa de oreja a oreja, de hombre absolutamente feliz, como cuando habla mal de Uribe en sus columnas de El Nuevo Siglo.
No despintaba al par de locos bajitos que hablan español sin acento. Sobre todo el mayorcito. El pequeñín no tiene afán.
Debo decir que me miró con ojos de conmiseración cuando le dije que mis nietos vivían dos en Melbourne, y la tercera, apenas acigüeñará a finales de mes en Río de Janeiro.
Lo hace muy bien como abuelo alcahueta e irresponsable el señor Ortiz. Les gastó juegos de todas las marcas y les prometió -a instancias mías- que los invitaría a helado. ‘Abuelo que no gasta es un policía acostado’, les dije al par de menudos hijos de su hija, casada con criollo.
Dijo, oftherecord, que el mayorcito le exigió que le fabrique una cauchera. Los pájaros todos de la sabana de Bogotá le pidieron que no fuera a cometer semejante atropello contra los Beethoven que vuelan.
Gabriel anunció que vienen más nietos porque su hijo, próximo a caer en la epístola de Pablo, o de Óscar Alarcón, se casa y enseguida entiza para el primer Ortiz de la tarde.
Lo dejé enniteciendo y me largué muerto de la envidia por no haber conocido aún a ninguno de mis nietos. Todavía.
Pero en carrera larga hay desquite”.
Mil gracias a Óscar por su excelente artículo, y a ustedes por la paciencia, pero así somos los abuelos.