El problema indigenista
Definitivamente Colombia es un país de sorpresas, esto lo corrobora el escenario vivido la semana pasada en el Cauca, un hecho sin antecedentes por las características mismas del entorno, las peculiaridades de los actores, las dimensiones de los sucesos, sin contar consecuencias que todavía no se pueden medir, pero seguro tendrán repercusiones en el historial y futuro de los pueblos en ese sector patrio.
Normalmente las alteraciones del orden público interno son atendidas por la Policía Nacional, institución que, amparada en la Constitución, cuenta con herramientas legales que soportan estrategias de diferente índole, para encauzar alteraciones o conatos de desorden encaminando la situación a niveles controlados, armónicos y pacíficos; cuando la capacidad policial es desbordada por los actores o dimensiones de la alteración, las autoridades recurren a la alternativa militar, invocando la figura conocida como asistencia militar, momento en el cual las Fuerzas Militares entran a enfrentar el problema, quedando la Policía marginada del procedimiento, en espera de la restauración del orden para retomar el control y coordinar el regreso de los militares a sus cuarteles.
Sobra decir que la presencia de las Fuerzas Militares encarna una opción extrema, pues la Policía, por ser una fuerza civil y sus componentes haber recibido capacitación para soportar desafíos y provocaciones, puede aguantar ciertas afrentas ciudadanas, sin tomar acciones violentas mostrando control y tolerancia ante insultos y agresiones; cosa diferente ocurre con los militares, formados en el uso de las armas ante ofensa soberana y preparados para el enfrentamiento bélico, este es un punto de vista que debe quedar claro y no permitir equivocaciones al respecto, de lo contrario se confundirían los roles entre las fuerzas e instituciones, perjudicando el profesionalismo y exponiendo la soberanía.
Lo sucedido en el Cauca no puede volver a ocurrir en ningún rincón patrio, esa estrategia utilizada por los indígenas al enfrentar, vilipendiar e irrespetar los hombres del Ejército no tiene nombre, mucho menos justificación. Queramos o no, se mancilló la fuerza armada, afrenta que nunca minimizaremos con salidas sentimentales, ojalá estos hechos no se conviertan en una cadena de irrespeto, porque hoy aplaudimos el control, la tolerancia y el aguante del Sargento, mañana no quiero imaginar qué nos espera.
Un viejo adagio reza: “Duros con los blanditos y blanditos con los duros”. La turba indígena sabía de antemano que los mandos militares no permitirían a los soldados actuar, así fuera un enfrentamiento hombre a hombre evitando el uso de armas, por eso ahí fueron duros, pero no iniciaron la misma estrategia con los subversivos de las Farc, que ellos saben muy bien donde se encuentran, porque temían una respuesta armada. En ese momento fueron blanditos con los duros. ¡Pensemos qué nos queda! Quiero terminar esta nota sentando mi voz de rechazo.