GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Mayo de 2013

Por las dos Glorias

 

Algunos lectores -generosamente habituados a esta columna- me han preguntado por qué el silencio de estas semanas. Muchos pensaron que la ausencia del Puerto se debía a amenazas contra su autor. Bueno, la verdad, sí. Pero no se trata de esas amenazas con las que se intenta silenciar a los periodistas y ponernos entre el cráneo y las ideas, una mordaza calibre 38. En este caso, el peligro vino de algo mucho más interior, personal y nostálgico. Me refiero a la amenaza del dolor irreversible, de las cartas sin botella, del pentagrama sin claves.

La persona que me dio la vida -y más importante aún, quien me enseñó a vivirla- ha estado seriamente enferma desde hace poco más de dos semanas; y yo, desde mi fragilidad humana, no he tenido ni corazón ni cabeza para sentarme a escribir sobre los temas que normalmente ocupan las páginas de opinión, de un país que carga su vorágine a cuestas.

Los avances de los diálogos en Cuba, el robo de bebés, la reelección de Santos, o el historiador que se suicidó en Notre Dame, suenan en mis oídos como un zumbido ronco; ni cercano ni distante; ni ciego ni luminoso: ronco. Así como pasa el tiempo entre los agujeros del olvido. Así como un campanario medieval. Así como un pozo sin fondo. Así como una puerta enfrentada al otoño. Así como pasan los días y las noches en los respiradores de cuidados intensivos.

En esta esquina de los hospitales, el tiempo y el espacio cambian de dimensión, de olor y textura; se tejen comunidades entrelazadas por la tristeza y la esperanza; la fe y el temor; el conocimiento y el agua bendita. Se intercambian abrazos solidarios y árboles genealógicos; estampitas de la Virgen, rosarios y promesas; celulares y confianzas; sabidurías artesanales y genialidades de cuarto nivel. Un poderoso y a la vez débil hilo conductor, tejido por la voluntad de vivir, se convierte en red para los trapecistas.

Bip-bip-bip-bip-bip ¿hasta dónde? ¿Hasta cuándo? ¿Por qué yo? ¿Por qué tú? ¿Por qué hay taquicardia hasta en los sueños? ¿Quién sino la vida que va y viene, se inventó el delirio, el claroscuro y la fiebre?

Nada es normal en una unidad de cuidados intensivos. Nada pasa en vano. Nada. Ni siquiera la nada, que es inadmisible, porque solo pensar en ella, tiraría por la borda todos los esfuerzos.

Uno empieza sufriendo por los átomos, y termina dando gracias por el brillo de los ojos. Uno aprende a abrazar los milagros, como se abraza a esos árboles de troncos enormes que tocan el cielo y botan hojas desde las nubes. Uno aprende la dimensión de su ignorancia. Uno se sienta sin reloj, y se levanta diez años más viejo. Hasta que sin permiso y con las manos untadas de colores, entra por la ventana el arco iris, y en un almanaque se ve la fecha: 31 de mayo, día en el que nació mi hija. Presagio de felicidad. Hoy todo va a estar bien. Por las dos Glorias de mi vida, hoy, me animé a escribir.

ariasgloria@hotmail.com