GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Septiembre de 2013

Depresión tropical

 

Depresión  tropical en Puerto Rico, y en Colombia. En la isla del encanto, por un ciclón que “circula en sentido contrario a las manecillas del reloj (…) y vientos máximos de 61 km/hora”. En Colombia, por un gobierno que también pareciera ir en reverso, y que si no cambia drásticamente rumbo y gestión, acabará arrasando y arrasado por su propia fuerza, inoperante y errática.

El manejo del inexistente paro agrario; el silencio frente a la renuncia protocolaria de los ministros; la distancia entre la Casa de Nariño y la realidad del país; y las declaraciones en contravía de sí mismo, han bajado la popularidad de Santos a límites impensables. Y más impensables aún, cuando el tema de la reelección flota como piedra en el ambiente público.

Santos está más caído, hoy, que lo que estuvo Samper en pleno elefante. Eso impresiona, porque quiere decir que los colombianos castigan aún más la ineficiencia y el “ajenismo” político, que la alianza con el narcotráfico. Duro ¿no?

Y ¡qué ironía! Parece que el mismo y nunca bien censurado Samper, funge de segundo mejor amigo del actual Gobierno; todo parece indicar que el expresidente tiene una alta injerencia en la composición del gabinete, sobre todo en lo que compete al ministro (¿hay?) de Agricultura.

Pobre Estupiñán. Víctima de lo que pasa, por ejemplo, cuando a un buen maestro de gimnasia lo mandan a remplazar al profesor de historia. Esas cosas no se hacen, porque la causan daño a todos. Al directo implicado, que se chamusca de por vida; y a los que tienen que padecer el desconocimiento técnico de quien acepta un cargo para el que no está capacitado.

Vulnerables y vulnerados todos. Los de arriba, porque al hacerlo mal, sufren el castigo de un pueblo que afortunadamente es cada vez menos ignorante y menos resignado. Los de abajo, porque son las primeras víctimas de la ineficiencia, indiferencia o indolencia de los de arriba. Y los de la mitad, porque estar en medio del sándwich, quiere decir que el mordisco se sufre por punta y punta.

Depresión tropical. El cielo (el geográfico de Puerto Rico y el político de Colombia) está gris, denso, amenazante.

El mar perdió su tono de gracia, y casi negro y agitado, se estrella contra las piedras, contra la arena y contra él mismo. Cualquier parecido es pura coincidencia. Coincidencia tropical, húmeda y riesgosa. Llueve incertidumbre.

Pero lo importante no es la tormenta -ni siquiera el posible huracán- sino cómo se le hace frente. El desespero no conduce a nada, y precisamente en tiempos de tempestad, es cuando más cabeza pensante, serena y templada, hay que tener. Un mal gobierno -así como un huracán- es un reto para un país. No necesariamente una catástrofe irreversible. Pero sí un reto. De todos depende el manejo y la reacción.

Y antes de terminar, perdón por el cambio de latitud y problema; ¡Dios quiera que en la cumbre de San Petersburgo oigan el clamor del Papa! Le encuentren a Siria  una solución política, y no se llegue a la peor tempestad, que sería la declaración de una nueva guerra.

ariasgloria@hotmail.com