GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Noviembre de 2011

 

Sembradores de cultura
 
Ya  se anuncia. Ya se respira distinto. Ya suenan los claros clarines… Actores y escritores; escenógrafos y novelistas; directores, periodistas, coreógrafos y poetas que vienen de los cinco continentes, volverán a Colombia a dejarnos su regalo redentor: Cultura.
Enero, marzo y abril se vestirán de literatura, danza y teatro, y hasta los andenes de las calles serán palcos de primera fila; las murallas de Cartagena y las montañas de Bogotá, albergarán a dos de los festivales más importantes del mundo: El Hay Festival, y el Iberoamericano de Teatro.
¿Por qué un país que ha estado en las listas negras de la inseguridad internacional es capaz de convocar tantos intelectuales y artistas del mundo entero? 
Tal vez porque intelectuales y artistas le temen más a la ignorancia que a las balas, y saben que la cultura engendra nobleza, conocimiento y sensibilidad; tres elementos que le abren ventanas al alma, y le cierran la puerta a las armas.
Intelectuales y artistas saben que los caminos que conducen a la paz, necesitan -además de los imprescindibles sembradores de pan- sembradores de todo aquello que le abra opciones a los seres humanos; sembradores de cuentos, pinceladas, gracia y estética. Sembradores que no se den por vencidos ante la contundencia de la rutina, de la guerra o la apatía.
Tener la opción de un pensamiento de colores, trascendente y sensible, que no se restrinja a la pobreza de una realidad en blanco y negro, oxigena el espíritu.
Y con ese prisma que nos da permiso de mirar desde lo posible y desde lo improbable; desde el sentimiento, desde la textura de las palabras y el lenguaje de las imágenes, vamos construyendo mapas de libertad.
El legado de Fanny Mikey, y las banderas valientemente tomadas por Ana Marta, hacen posible el XIII Festival Iberoamericano de Teatro; y el empeño de Cristina Fuentes -una española de nacimiento y cartagenera por corazón y adopción- traerá entre cajas de libros y pliegos de crónicas reales e inventadas, los cuatro días de magia literaria del VII Hay Festival.
Uno tendría que darle varias veces la vuelta al mundo, para poder ver, oír y sentir, lo que estas mujeres excepcionales le traen a Colombia, en un manojo de días y noches inolvidables. Gracias a ellas por no haberse tragado el cuento de que Colombia era -o es- un país violento al que no se podía venir, y en el que difícilmente se podía vivir. Violenta la ignorancia, y salvadoras la cultura y la confianza.
Y hoy que quise hablarles de imágenes y salvaciones, ojo con “Muéreme”, una obra que se queda metida en la piel. Como una rueda dentada en la que la vida y la muerte se encuentran y desencuentran, los cuerpos danzan, hablan, y por momentos casi se disuelven, para que uno sienta la presencia de la ausencia. Dialogan el amor y la agonía, los recuerdos y los silencios. “Muéreme” en la Casa del Teatro Nacional, perdona la vida y perdona la muerte, pero, como muchos de nosotros, no perdona la indiferencia.