Gloria Arias Nieto | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Febrero de 2016

PUERTO LIBERTAD

Violencia larvada

“Hambre y abandono también son violencia”

 

Las  obsesiones no son sanas; no solo por lo que implican sino por lo que el obseso deja de percibir mientras se concentra en el mono tema. Las obsesiones distorsionan la realidad y les queda muy fácil causar daños colaterales por omisión, negligencia, o  desconfiguración de la escala de valores.

 

El gobierno Uribe nos embaló durante ocho años en la corriente del odio visceral. Veníamos completamente desesperados con una guerrilla desenfrenada, y la inmensa mayoría del país vio en el primer Uribe, un respiro, una opción convencida y convincente, un presidente al que no le temblaba la mano. (A veces sí, pero de rabia, jamás de cobardía.)

 

Y así el país metió en un congelador que no teníamos, temas como educación, salud, infraestructura, lucha contra la corrupción, derechos humanos. Como sapito hervido le fuimos endosando  neuronas,  relojes y  presupuestos, a los blackhawk, a la inteligencia militar, y a reteñir en el léxico, en las pesadillas y en las primeras planas, lo perverso que eran los malos y lo redentores que eran los supuestos buenos. Nos pareció normal que nuestro pequeño mundo estuviera partido por un cuchillo filoso, absoluto  y meridiano, que no admitía ópticas, ni caminos distintos al radicalismo extremo. Nos polarizamos en las palabras, en las costumbres, en los almuerzos de domingo. ¡Qué dolor y qué desperdicio!

 

Pasada le era Uribe, tuvimos un Santos 1 aliviador, pero me temo que en el Santos 2 nos pueda pasar lo mismo, pero por el motivo contrario. Obsesionados por una paz que merecemos, que nos urge y nos llama con las voces de los muertos y el no más de los vivos; obsesionados porque estamos exhaustos de guerra, porque nos duele la conciencia, porque el odio no amerita que le dediquemos uno más de nuestros insomnios ni uno más de nuestros huérfanos… obsesionados en fin, porque el rencor es mucho más inútil y desgastante que la aproximación al perdón, estamos dejando de ver cosas gravísimas, que exigen ser enfrentadas con rigor y contundencia.

 

EstePuerto  ha respaldado permanentemente -y lo quiero seguir haciendo- los esfuerzos de Juan Manuel Santos por ponerle fin al conflicto armado en Colombia. Pero a él no se le puede olvidar que su cargo no es el de Ministro de la Paz, sino el de Presidente de la República. Así es que señor Presidente, respetuosamente le pido que se vaya aprendiendo los nombres y apellidos de los niños de la Guajira que murieron bajo la desprotección del Estado que usted dirige. ¿Sabe por qué? Porque cuando uno identifica e individualiza las víctimas, cuando uno sabe de qué color tenían los ojos, y cuándo usaron por última vez un par de zapatos los niños que hoy están en el Cielo por culpa de la desnutrición,  en ese momento, uno comprende que “Sabemos que tenemos que ser más efectivos (…) Algunos niños estaban bajo el amparo de Bienestar Familiar” no es la respuesta adecuada. Ambos sabemos que “algún” no es adjetivo para referirse a un niño muerto. Y que hambre y abandono son violencia, en versión injustamente silenciosa y larvada.

ariasgloria@hotmail.com