GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Junio de 2012

Pido prestada la cometa

 

Los colombianos necesitamos urgentes y sostenidas demostraciones de no impunidad.

Ni los juramentos sobre los ataúdes, ni la palabra enérgica de las autoridades, son suficientes para que en Colombia el delito deje de pasearse por las calles, como si el país casi entero, estuviera escriturado a la delincuencia.

No me acuerdo cuándo firmamos ese cheque en blanco, que les dio patente de corso a los hampones y criminales para segar vidas, ilusiones y promesas. Ni sé cuándo perdimos la cuenta de nuestros muertos en combate. En todos los combates… rurales, urbanos, insurgentes, militares, callejeros.

Esta memoria nuestra, que a fuerza de ver y oír  tantas tristezas y vergüenzas se ha vuelto insolidaria y pasajera, nos concedió un permiso no pedido, para olvidar crímenes atroces y balas perdidas; jóvenes asesinados y niñas con su infancia robada; fantasmas todos que deambulan en los archivadores de las infamias, en el cenit de los muertos -o en el sótano de los vivos ausentes y arrancados-. Esta memoria nuestra, así como está, no ayuda a la construcción de un país donde se pueda vivir sin miedo.

La Fiscalía pidió 40 años de cárcel para los homicidas del niño-abogado, que fue asesinado esta semana en Bogotá. Ojalá esa solicitud no sea producto del frenesí, frente a una muerte que jamás debió suceder. Ojalá, de verdad, estos criminales pasen 40 años presos, y los otros cretinos que andan por las calles armados de navajas y cuchillos, lo piensen siete veces, antes de clavar un puñal para cambiar vidas por celulares, en esta enorme y dolorosa casa de empeño en la que se ha convertido nuestra sociedad.

Ojalá quien disparó ayer la bala no perdida sino encontrada, en el abdomen de un niño de 11 años en la comuna 13 de  Medellín, pague por ello.

Que no pague por venganza, sino por justicia.

Que al asesino del taxista de anoche, no lo linchen los vecinos, sino que lo capture la policía; y que un precioso juez no lo suelte por falta de pruebas, como los de aquel video que -horrorizados ante la injusticia de la justicia- conocimos hace unas semanas, gracias al  noticiero de RCN.

Ojalá el violador y asesino de Rosa Elvira, y de todas las Rosa Elviras que son abusadas en nuestros pueblos, campos y ciudades, reciban el castigo que merecen. Repito, no en venganza, sino en justicia.

¡Justicia! Me pregunto ¿qué queda de ella? Uno pensaría que ya no aguanta más embates y mutilaciones; se desdibuja,  se empobrece, y parece estar arrinconada, esperando como una bola de trapo, que no la sigan cogiendo a patadas los legisladores, los corruptos, los vendidos a las mafias incólumes y blindadas.

Créanme. No hubiera querido empezar el segundo día del solsticio de verano (sol, vida y luz),  con estas reflexiones tan sombrías. Pero estas criaturas muertas en los últimos días merecían la vida entera, ¡la vida toda! pero como no puedo regresárselas, le pido prestada su cometa al niño asesinado en  Medellín, y para él, para Juan Guillermo y para todos los ángeles prematuros, elevo al cielo, el  Puerto de hoy.

ariasgloria@hotmail.com