Luego de la convulsionada entrada a la segunda fase del gobierno del presidente Gustavo Petro hay que pensar en cómo medir el pulso de la gobernabilidad del país, entendida en forma muy sucinta como la capacidad de hacer gobernable la nación en su conjunto, algo así como quien administra bien una casa, dando equilibrio a su estructura, a sus miembros y roles, que procura estabilidad en medio del interés por ser efectivos en alcanzar los resultados.
El conocido oxímetro o mejor pulso oxímetro puede apropiarse, antes que nunca, al futuro por venir de las acciones de gobierno. En esta asociación vale tomar la caracterización comercial de un oxímetro, y sus palabras claves, para visualizar la urgencia de aplicarlo a la gobernabilidad del país, a no ser que se quiera caer en hiperventilación o en la sensación de falta de aire o de aliento. Así dice: es un dispositivo en forma de pinza que permite medir el nivel de saturación de oxígeno que hay en la sangre y la frecuencia del pulso, los latidos del corazón por minuto, de una manera no invasiva.
La gobernabilidad puede verse entonces afectada, por olvidar las pinzas del gobierno, al punto que puede hacer hervir la sangre y subir la frecuencia cardíaca, por la zozobra que producen mensajes en contravía entre autoridades o de la firmeza democrática; además de la incertidumbre por llegar a perder alcances logrados, sin desconocer la búsqueda de mejoras.
El oxímetro es útil para conocer si el cuerpo está distribuyendo de manera adecuada el oxígeno desde el corazón y los pulmones hacia el resto del cuerpo. Relación que se puede igualmente volcar sobre la acción central del gobierno. De esta manera, el oxímetro imparte señales de advertencia que pueden ayudar a determinar cómo salvar situaciones.
Todo esto para decir que el país necesita respirar ante la sobresaturación de debates que se propician desde el gobierno. Ya es suficiente el estrés que pueden generar los problemas de seguridad y violencia, la coyuntura económica y la expectativa de reformas (reformismo) que pueden afectar los derechos fundamentales adquiridos como la salud, la justicia, las pensiones y el trabajo, aunque la sociedad por supuesto quiere cambios y progresos.
La palabra, enfocada en las redes sociales -hoy micrófono del gobierno- requiere de mucha sabiduría. Ahí juega la gobernabilidad. Los trinos pueden usarse para enfrentamientos continuos que poco bien le hacen a la política pública y al requerido debate legislativo, alejándose del verdadero interés que es la solución a las demandas sociales. Bien dice el proverbio: “el que mucho habla mucho yerra, el que es sabio refrena su lengua”.
La Organización de Estados Americanos OEA define gobernabilidad como aquella que involucra estabilidad -institucional y política- y en la toma de decisiones y de la administración; que se relaciona con la continuidad de las reglas y de las instituciones y en el paso de consistencia e intensidad de las decisiones; que tiende a hacer coincidir la curva de las demandas de la sociedad con la de los resultados del gobierno; depende de la gobernanza y del arte de gobernar correctamente y de la capacidad para compartir responsabilidades e implementar decisiones. Es la capacidad para la continua adaptación entre la regla y el acto, entre la regulación y sus resultados, entre la oferta y la demanda de políticas públicas y servicios. Cualquier debilidad en alguna de estas líneas sería una alerta, tal como lo indicaría el oxímetro social de gobernabilidad.
* Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI