Al galeón San José, construido en astilleros de la Madre Patria, lo hundieron los piratas ingleses en 1708 frente a la costa de Cartagena de Indias con unos tesoros de oro y plata extraídos de minas de Perú y Bolivia y con joyas, cuyo valor total podría llegar a los 20 mil millones de dólares. Los restos del barco fueron avistados en el año 2015 y desde entonces un par de gobiernos demócratas- Santos y Duque- no fueron capaces de rescatarlo a los 600 metros de profundidad, pero el actual régimen sí lo va a lograr -tiene sus preferencia reveladas por las vías de facto- y al presidente Petro se le “chorrean las lagrimitas, de la emoción” porque ese “Potosí” resultaría suficiente para financiar la continuidad del “cambio” y hará todo lo posible para que el tesoro “flote” antes del 2026.
La Armada de Colombia, en alianza con la Dirección General Marítima y el Instituto de Antropología e Historia, tímidamente apenas han obtenido unas fotografías gracias a un robot submarino que ha sido “comisionado”, además de fotógrafo, como rescatador oficial de las piezas arqueológicas que se habrán de recoger con “pinzas” antes de que se desintegren y puedan ser subidas a bordo del buque Caribe. Dicen que el aparatejo costó al Estado más de 2 millones de dólares. Pero el tesoro tiene varios “dolientes”. En 1981, la compañía de exploración americana Glocca Morra aseguró haber avistado “tesoro firme” y dizque entregó las coordenadas al gobierno de Colombia a cambio del viejo truco del “miti-miti” y sus pretensiones continúan ahora en cabeza de la multinacional cazatesoros Sea Search Armada.
De telón de fondo, tenemos el art. 701 del Código Civil, que señala que tesoro encontrado en terreno ajeno se dividirá por partes iguales entre el dueño del terreno y la persona que haya hecho el descubrimiento y un fallo de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, de julio de 2007, que indica que el patrimonio cultural sumergido es propiedad de Colombia, pero lo que implique tesoro con valor económico debe ser repartido por mitades entre la compañía exploradora y el Estado, cursiva que nos enreda la vida. Pero tenemos una nueva corriente doctrinaria, que nos salvaría: dejar de hablar del San José como un tesoro y darle la categoría de "patrimonio arqueológico sumergido". Y hace varios años, se declaró por una corte estadounidense, Estado de Columbia -nuestro tocayo- que el galeón le pertenecía a Colombia.
Pero los particulares no son los únicos interesados en el tesoro, pues La Corona española lo reclama como suyo y últimamente la comunidad indígena boliviana de Qhara -garosos por naturaleza- aseguran ser dueños “legítimos” del tesoro y tal parece que nuestro presidente les dio mediáticamente -por radio- un espaldarazo, pero mientras cambia el dial, acostumbrado, como está, a llevarle la contraria a todo el mundo.
Soñar no cuesta nada. Primero veremos unos marcianos caminando por las calles de Titiribí que el tal tesoro, pues cuando decidan ir a por él, ya los cazatesoros habrán hecho de las suyas y tendrán el oro, la plata, las joyas y las vajillas chinas a buen recaudo en sus bóvedas particulares escondidas en cualquier lugar de la “Atlántida”. “Good Search, Armada”.
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