Escribí comentario anterior sobre mí grata sorpresa de encontrar en La Guajira presencia entusiasta de un catolicismo vivo y participante, en procesos bien cimentados de evangelización. Fue fruto de breve estadía, en octubre pasado. En el final y principio de este año, recorrí varias localidades del Huila, con feliz constatación de gran fervor religioso en todas ellas. En este recorrido he encontrado obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos de todos los estamentos y categorías sociales empeñados en cultivo y práctica de la fe, como aporte de inmenso valor al progreso y a la paz.
Esa fe cristiana, que continúa fervorosa, llegó a esta región del país desde el momento de las primeras fundaciones. Fueron las más antiguas: Timaná, coetánea de Bogotá (1538); la primera fundación de Neiva (1539); y la primera fundación de la Plata (1551). En todas estas iniciaciones hubo actos de fe y de culto religioso católico, con perseverante labor apostólica de muchos Sacerdotes que hacían elevar las mentes al Creador, y mitigaban la pugnacidad violenta entre conquistadores e indígenas. Esa perseverante labor tuvo qué afrontar extremos de unos y de otros. con detalles tan graves como la quema del indio Timanco por el fundador de Timaná, Pedro de Oñasco, seguida de la cruel venganza de su hijo de parte de la Cacica Gaitana, al sacarle los ojos al conquistador y pasearlo por las sendas primitivas de la naciente aldea.
Estilo impositivo de la fe cristiana, y medidas duras para preservarla en los indígenas convertidos a ella, es cuanto presentan algunos antropólogos ateos, con literal acogida en películas dedicadas a este tema. Cierran, ellos, los ojos, a tantos ejemplos dados en la evangelización y labor social, con acercamiento bondadoso, a las gentes, de tantos Sacerdotes y laicos, que desde los primeros pasos del “encuentro de dos mundos” tuvieron en la entrega de esa fe de palabra y de testimonio. No mencionan, en su obsesión antieclesial, todo el coraje de Sacerdotes como los de Padres de las Casas en defensa de los nativos, y en frenar los excesos de dureza de los conquistadores. ¡Qué distinta la historia de esta conquista a la del irrespeto y crueldad contra los aborígenes, hasta el exterminio de ellos, usado por los conquistadores sajones!
Enseñanzas y ejemplos vivos de aprecio por los humanos dados por misioneros como San Pedro Claver, San Luis Beltrán, la Santa Madre Laura Montoya, el Padre Almansa, son los que han quedado en el fondo del corazón de nuestras gentes, y como parte de nuestra nacionalidad, en las distintas regiones de nuestro Continente. Testimonios de vida como la de los Arzobispos de Bogotá Hernando Arias de Ugarte e Ismael Perdomo, de obispos como San Ezequiel Moreno, en Pasto, y Esteban Rojas, en Garzón, han dejado ese germen de fervor religioso que hay en nuestras gentes, con ánimo de cultivarlo con renovados sistemas de evangelización.
A diario se trata de desfigurar esa tan positiva obra evangelizadora, se lanza a todos los vientos cualquier escándalo de Ministros de Dios o de fieles creyentes, se trata de sacar de la mente de nuestras gentes las grandes verdades que profesan, así cómo los actos de culto y símbolos de la fe. No obstante es honda la fe religiosa de nuestros pueblos, y, por asistencia divina y memoria de testigos de convicciones firmes que hemos aprendido de ellos, seguimos teniendo un alto gran fervor religioso.
Tenemos en Colombia, y en todo nuestro Continente, muchas riquezas naturales, patrimonio que nos ha dado el Creador. Pero la mayor riqueza, y prenda de futuros triunfo, es, felizmente, esa fe de nuestras gentes. Con profunda convicción se pregona, como San Pablo: “Juzgó que todo es basura frente a la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Filipenses. 3, 8).
*Obispo Emérito de Garzón