Los que conocen a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y nuevo presidente encargado de la nación, lo describen como un hombre equilibrado y sensato, que con mucha inteligencia parece haber logrado lo que nadie antes que él había podido, unificar a la oposición anti-Maduro, desatinadamente dividida desde el comienzo de la era chavista-madurista en 1999.
Es difícil creer que este hombre, profundamente seguro de sí mismo, inmensamente valiente, sin el menor asomo de histrionismo, ni espavientos, en su discurso, tenga tan solo 35 años.
En estos días de profunda confusión, incertidumbre y peligro en Venezuela, Guaidó ha demostrado, con su sólida y seria actuación, ser un líder innato, de esos que en ocasiones surgen espontáneamente, cuando las circunstancias lo demandan. Encuestas recientes dan al joven presidente el apoyo de 81 por ciento de los venezolanos.
Sin embargo, falta aún la manifestación abierta a su favor de grupos muy importantes como son la Iglesia Católica, los sindicatos y los militares. Se sabe que, en estas organizaciones, la gran mayoría de sus integrantes están por el cambio para sacar a Venezuela de la atroz crisis humanitaria en la que se encuentra. Pero sus líderes no se han manifestado por temor a las represalias del régimen de Maduro, o a ser juzgados por un gobierno nuevo debido a los crímenes cometidos durante el régimen.
Quizá el desconcertante silencio de algunos en la Iglesia, que parecen haberle dado la espalda a su rebaño, se deba a una orden tacita proveniente del Vaticano. El Papa Francisco ha dicho que teme la confrontación contra Maduro, pues podría causar la muerte de algunos venezolanos. ¿Acaso el Papa ignora cuantos venezolanos mueren a diario por falta de alimentos, atención médica y medicinas? Quién podrá explicarle que la mejor manera de ayudar al pueblo venezolano es exigiendo elecciones libres.
Bien hizo Guaidó en su discurso el sábado 2 de febrero en ordenar a los militares que se responsabilicen de coordinar la entrada y distribución de ayuda humanitaria ofrecida por diferentes países, consistente en medicinas y comida indispensables para detener la hambruna y la mortandad. Según sus palabras, “hay entre 200.000 y 300. 000 venezolanos en riesgo de muerte”. Bien haría los militares en obedecer su orden.
Bien haría las democracias del mundo en exigir la salida de los cubanos de Venezuela. Para nadie es un secreto que Maduro es una marioneta controlada y dominada por Cuba. ¿Cuántos cubanos hay en Venezuela? Cubanos que se hacen pasar como asesores militares, como médicos, que en su mayoría son solo técnicos en medicina, maestros y profesores universitarios. Personal infiltrado en todos los estamentos, adiestrado para indoctrinar y espiar a los venezolanos, para acusarlos si se atreven a disentir de la dictadura de Maduro. Son una verdadera invasión extranjera. El presidente de la OEA dice que son 22. 000, otros dicen que esta cifra es mayor. Es bien sabido que el control en Venezuela, desde hace años, lo ejerce Cuba.
Los venezolanos deben retomar el control de su país, con o sin el apoyo del ejército, o mejor, de los generales corruptos. El pueblo se debe sacudir del dictador, marioneta cubana. Juan Guaidó es un líder dispuesto a jugarse todo, hasta la vida, por comandar una revolución pacífica, acompañado del pueblo, para liberar a Venezuela del usurpador Maduro.