GUILLERMO LEÓN ESCOBAR HERRÁN | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Diciembre de 2013

El balance final        

 

Hoy  finaliza el año 2013. Cada quien lo despide a su manera y hace lo mismo con el 2014 en su ingreso. Por lo general el jolgorio impera entremezclado con tristezas contenidas, por lo común hay lugar para las promesas ante los demás y ante sí mismo. Algunos recuerdan a Dios y a otros no les pasa siquiera por la cabeza pero cada quien es dueño y señor. Hay quienes se acuerdan que hay pobres y tratan de compartir -en medio de los peligros de la ciudad- con ellos algo de cobijo y de alimento. Los médicos y muchos servidores públicos sacrifican la festividad tratando de ofrecer asistencia y seguridad. Las canciones de siempre se escucharán con volumen subido y quienes a nadie tienen buscarán el sueño en la mediocridad de los programas televisados que sin embargo cumplen en este sentido su propósito.

Todos esperamos que el año que se estrena sea mejor pero los avezados analistas saben que nada permite confiar en ello. Se hablará de lo mismo, se escucharán sobre todo por ser año electoral las mismas consignas, cada político o dirigente sacará -como decía Kafka- su disfraz y su máscara para tomar parte en el carnaval de lo que llamamos democracia que lamentablemente no ha logrado superar “lo electoral” para ingresar en  “lo esencial”.

Se hablará de  mercado como el gran dios que puede hacernos la vida agradable o desgraciada; se seguirán privatizando las ganancias y socializando las pérdidas, se continuará dando esa maldición terrible que cuando se pierde plata casi siempre es la de la clase media o la que estaba destinada a la superación de la pobreza. Pero desde hace mucho es así y la gente lo sabe y más aún sabe que difícilmente eso va a cambiar.

El Papa Francisco está intentando convocar a que se piense diferente; invita a que se rescate el respeto por la gente, por las personas, por la comunidad; invita a que los políticos vuelvan a hablar de seres humanos concretos que aspiran a no seguir siendo considerados mercancías y elementos desechables. Se trata de repensar el “humanismo”, término incómodo para quienes sintiéndose seguros se molestan con que se llame a la mala aplicación de la globalización “fábrica productora de pobres y desempleados”. (No hay que olvidar que Goebbels afirmaba que cuando escuchaba la palabra humanismo desenfundaba su revólver).

Antiguamente los políticos hablaban de las personas, de las virtudes cívicas, de la honestidad, de la realización de la calidad de vida en la austeridad, de la diversión que unía la comunidad, del recreo  y no simplemente de lo que produce utilidades y satisface el afán y la urgencia desmedidas por el consumo. La sociedad digital va a tener que ser rediseñada para dejar espacio para el encuentro ciudadano, para el encuentro pacífico y creador con “el otro”.

Por ello es indispensable “actuar la paz” y que el Presidente se dé cuenta que “la paz” es nuestro inicial punto de encuentro de la Colombia posible.

guilloescobar@yahoo.com