Doble moral y algo más
No termina de pasar la impresión del linchamiento del dictador Gadaffi. No hay justificación para tanta barbarie. En ese enunciado estamos de acuerdo muchos -retóricamente todos -porque hay quienes con mucha “sabiduría” afirman que no lo podían dejar vivo ya que en cualquier posible juicio podría hablar más de la cuenta de gente reputada como honorable que lo recibieron con abrazos, con besos de paz, con regalos y demás atenciones bien fuera para su tienda privada o sus habitaciones de hotel. Por ello no logramos comprender completamente hoy el cambio de frente tan radical que los llevó a planear este otro capítulo de la primavera africana o de la primavera de Europa en África.
¿Que el dictador debía irse? Cierto. Que ello era necesario para que no murieran civiles por su mano sanguinaria es igualmente cierto. Pero bien observado habría que preguntarse por el número de civiles muertos en estos 7 meses de bombardeos casi indiscriminados y si ese “costo colateral” es diferente si lo causan los “liberadores” y no el opresor.
Habría de inventarse una fórmula diferente y a lo mejor “más limpia” para salir de los dictadores, de los tiranos o de aquellos que se oponen al florecimiento de nuestros negocios. Es de recordar algún Rey de Francia y algún Papa que -endeudados y condicionados por los templarios- decidieron apresar a los acreedores, quemarlos y así dar por terminada la deuda. No murieron sino los implicados.
La pregunta hoy es: ¿qué cambió entre Gadaffi y sus socios petroleros que nunca habían manifestado tanta sensibilidad por los derechos humanos ni por las libertades ciudadanas? ¿Cómo serán las cuotas de la reconstrucción? ¿Cuántos puestos de trabajo se generarán para una Europa sumida en la crisis del desempleo? ¿Cómo serán las nuevas cuotas del petróleo ligero?
En fin hemos, recibido una maravillosa cátedra de “realpolitik”. Ahora comienza el discurso moral pronunciado por quienes fueron sus socios o por quienes callaron de oficio. Y se escuchan ya piezas magistrales a lo mejor escritas por ese ejército de “escribientes fantasmas” que saben encontrar la manera de justificar la “media vuelta” que de ordinario dan sus patrones.
Nadie tiene por qué escandalizarse por una práctica que es mundial. Hay unos animalitos que tienen la habilidad de adivinar cuándo el barco comienza a hundirse y escapan con gran agilidad para sobrevivir y hacer parte de la nueva tripulación. En la misma Italia -por hablar de un país altamente civilizado- los que han sostenido desde 1994 a Berlusconi no han visto, ni oído y ahora aparecen reunidos para dar un baño de ética y de moral a la política olvidando que han sido cómplices casi por dos décadas de cuanta presunta fechoría ha sido posible.
La paradoja es que, medio en broma, medio en serio, Berlusconi ha sido el autor del mejor comentario sobre la caída de su amigo Gadaffi cuando dijo con cierto asomo de sabiduría: “Sic transit gloria mundi”.