Murió marcando 100 calendarios. La última vez que conversé con Kissinger fue el 8 de mayo de 2008 en el Centro Internacional de Convenciones de Jerusalén, donde nos invitaron a conmemorar el 60 Aniversario de la creación del Estado de Israel, hecho histórico ocurrido en 1948, cuando David Ben-Gurión proclamó el fin del Mandato Británico y el nacimiento del Estado, cuya subsistencia ha sido un milagro de Jesucristo, nacido por allí en Belén de Judá, pues nadie se explica cómo ha sobrevivido un pequeño país rodeado de enemigos por todas partes. Y cuando me preguntó qué opinaba de una posible paz entre judíos y palestinos, le di mi opinión, escueta: “que era más fácil arrebatarle el Niño a la Virgen que conseguirla”, pero no entendió, como buen judío de origen alemán que era.
El día anterior departimos una suculenta cena árabe, con entradas de berenjena con queso curado de cabra, espinacas con yogur, kebab de res y de cordero, pollo al curry, brochetas a la brasa, indios, kibbes, falafel taameva, cuscús, hummus, tortas, y de postre, baklawa y hojaldre con frutos secos; y compartimos, claro, unos buenos scotchs en el bar del majestuoso Hotel King David, donde pudimos rememorar esa fecha aciaga del 22 de julio del 46 cuando se produjo, allí donde operaba la sede de la Comandancia Militar del Mandato Británico en Palestina y la División de Investigación Criminal de los británicos (con valiosos archivos que habían arrebatado poco antes a la inteligencia judía) un sangriento atentado a punta de bombas que resquebrajó como fichas de dominó un edificio de 7 pisos y dejó un reguero de casi de 100 muertos (cualquier parecido con el Palacio de Justicia en Bogotá, pura coincidencia).
Y dio la casualidad de que quien lideraba la acción terrorista era Menajem Begin, un hombre del corriente nacido en Bielorrusia, encerrado por los rusos en un campo de concentración en Siberia, desde donde, aprovechando una milagrosa libertad condicional, se voló y emigró hacia Palestina para convertirse en líder de la lucha de los judíos contra el protectorado británico, por vía de su Organización Nacional Militar, Irgún. Y recordábamos que el terrorista de antaño habría de convertirse en Primer Ministro de Israel en el 77, año en que Henry ya era “Canciller de USA” y que por negociar aquél los Acuerdos de paz de Camp David con el presidente egipcio Anwar Al-Sadat, ambos recibieron el Premio Nobel de Paz un año después; y pudimos rememorar que el propio Kissinger, también había recibido, en 1973, el mismo galardón, por sus gestiones para lograr la paz en Vietnam, mismo año en que ocurrió el derrocamiento de Salvador Allende, en Chile, del que, me confesó, fue protagonista central, cuando yo apenas cursaba el 5 de Bachillerato en el Colegio Salesiano de Dosquebradas, municipio de cuya existencia no tenía ni remota idea mi contertulio, según me expresó en King David, ya al final, cuando acabamos de ordeñar la última botella de Old Parr para irnos a entregar, turulatos, en brazos de Morfeo.
Post-it. Buscando proteger la “Colombia Profunda” en materia de salud, el triunfo del gobierno en la “cámara baja” nos va a hundir, precisamente, en un hoyo negro sin retorno. Por lo menos Turbay trató de llevar la corrupción a sus justas proporciones, pero el actual cada día cabalga más dentro de los turbios canales de las “injustas proporciones”.