El gobierno Santos se sostiene con un catastrófico 16 por ciento de aceptación ciudadana.
Lo más probable es que al entregar el poder, en agosto, esa cifra se sitúe entre el 10 y el 15, estableciendo un récord mundial en la materia.
Eso significa que, sin esperanza, ni aliciente alguno, y sin tener que rendirle cuentas a nadie, el Gobierno se dedicará, a capa y espada, a consolidar su obra, por calamitosa que sea.
En la práctica, eso se traducirá en concesiones desenfrenadas para las Farc y el Eln.
Con el fin de mostrarle al mundo que logró convertir a una guerrilla en un partido político, el Ejecutivo seguirá miope frente a las trampas que proliferan y les facilitará a los prochavistas todos aquellos recursos y plataformas que hagan falta para lograr el embeleco conocido como irreversibilidad de los acuerdos.
Asimismo, se consagrará a complacer al Eln animado por el delirio de imponerle la continuidad de los diálogos a quien resulte elegido como nuevo Presidente
No basta el engañoso cese de hostilidades, la burla de la verificación, la presunta fragmentación organizacional, la sofisticación criminal de sus estructuras y la alianza explícita con las Farc porque el Jefe del Estado hará hasta lo imposible para arrancarle una firma a Beltrán, en Quito o en el teatro Colón.
Por fortuna, nada de esto ha significado el desbarajuste de las Fuerzas Armadas.
Mientras todos esos desmanes acontecen, la conjuntez, la versatilidad y la anticipación estratégica de las Fuerzas permanecen intactas para que, llegado el momento, el próximo gobierno pueda dar un salto similar al de la reconquista del Caguán.
Agamenón, Atlas, Éxodo, Hércules, son denominaciones míticas de estrategias y Fuerzas de Tarea que cobrarán todo sentido en un contexto político diferente al actual, cuando no haya duda alguna sobre la naturaleza de las amenazas y su identificación.
Dicho de otro modo, las 10 mil tropas comprometidas ahora en la recuperación de Tumaco y el Suroccidente son la antesala de lo que les espera a todas las agrupaciones antisistémicas que, recurriendo a la violencia directa y no-evidente, han convertido los diálogos y las negociaciones en fortines para socavar la cohesión democrática.
Pronta intervención, articulación, rápida movilización, interagencialidad, interoperabilidad, centros de gravedad específicos, contundencia, sincronización e innovación son las dinámicas que le permitirán al país liberarse del secuestro colectivo al que ha estado sometido durante los últimos ocho años.
Dinámicas que estarán completas si se logra de modo definitivo y decisivo la unidad de criterios estratégicos entre el Gobierno que llegue y los principales aliados extranjeros en la lucha contra las drogas y el crimen transnacional.
Al fin y al cabo, nadie puede tomar en serio a un gobierno que dice combatir a los delincuentes mientras lo único que hace es dedicarse a premiarlos y glorificarlos.