Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Abril de 2015

IDIOSINCRASIA NACIONAL

Así es un colombiano

EN  un libro sociológico mío, Decadencia de los colombianos (Plaza y Janes 5ª. edición) afirmo: “Y ¿cómo es la mirada de un envidioso? Mira de reojo, con la cabeza gacha, con los ojos del voyerista, por una rendija. Y ¿qué siente el envidioso? Siente odio, aviesa amargura, el rencor le carcome el alma. ¿Y qué hace el envidioso? Espera con perversa avidez, calcula, calla... y por último ¿qué dice el envidioso? Afirma a todo pulmón que detesta la envidia, que nunca ha sentido envidia por nadie. Voltaire sostiene que la envidia es condición no solo de supervivencia, sino de progreso: sin la envidia no hubiera avanzado tanto la cultura.

Rafael envidió rabiosamente a Miguel Ángel. Repetía que este sentimiento lo desveló mucho tiempo, y que gracias a este genio inconmensurable, logró progresar en su disciplina artística. El envidioso doméstico atribuye el éxito de su colega a mera audacia, casualidad o suerte. Igualmente opina que la victoria de su semejante es la peor injusticia del mundo.

No es científico señalar iguales características a todos y cada uno de los compatriotas. Ernesto Rodríguez Medina afirma que la anarquía está enquistada en la raza colombiana. Europa, cuna de la civilización, ha protagonizado las más feroces guerras civiles, continentales y mundiales. Varios historiadores llegan a comentar que sus pueblos han vivido en permanente guerra, con intervalos de paz. España tuvo cinco siglos de feroces conflictos y su última guerra civil le representó la muerte de tres millones de españoles. En su cementerio reza una lápida: “Aquí yace media España víctima de la otra media”. Yo he sostenido en forma crítica en mis obras que no solo es bueno, es necesario indicar nuestros vicios y pecados para poderlos corregir. Haciéndome eco de prestigiosos investigadores expreso: Los colombianos son más curiosos que apasionados en sus estudios. No gustamos consolidar datos elementales, sino que de una vez saltamos a las cumbres, haciendo estructuras ideológicas inconsistentes. Al principio se brilla, pero se termina por ser vencido. Somos universalmente curiosos, sin vocación técnica. Somos más frívolos que profundos. Claro que hemos tenido figuras de excepción. Pero esto no es la regla. Sería exagerado generalizar.

En el escalafón de la cultura proliferan las actividades fáciles que permiten éxitos lo más pronto posible. Queremos sobresalir en varios renglones. Esto conduce a la dispersión y a la frustración. La mayoría de las universidades capacitan para la burocracia. La consigna es ser doctor y lograr un puesto. Los anglosajones, racial mente de enérgicos, sienten que se viene al mundo es a dar, no a mendigar, a crear riqueza no a solicitarla.

Somos más emotivos que pasionales, expresivos que discursivos, más tenorios que enamorados.