Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Enero de 2015

“Nadie escapa ante la fuerza avasallante del amor”

HEROÍSMO Y PASIÓN

Manuela y Bolívar

De  Bolívar se conoce básicamente el férreo perfil del guerrero. Destacados historiadores como Alfonso Rumazo González, Alberto Miramón y Antonio Cacua Prada, entre otros, han sorprendido y sacudido a la posteridad al relatar la embrujadora y apasionante vida sentimental del más grande héroe de América, Simón Bolívar. Nadie escapa ante la fuerza avasallante del amor. El amor es la fuerza más temible, la más poderosa, inigualada por ninguna otra fuerza en la existencia del ser humano. Los hombres más célebres han sucumbido ante las grandes pasiones. No es por morbosidad, es por extraordinarias razones históricas que hay que estudiar el corazón de los líderes colosales.  

La Universidad Central, dirigida hoy por Rafael Santos, se ha destacado por el protagonismo que siempre le ha dado a la cultura. Organiza eventos, promueve debates académicos, convierte teatros comerciales en focos de irradiación humanística, publica libros, pone en circulación revistas y muchas actividades más. En este fervor intelectual sorprende la obra de José Gnecco Mozo titulada Manuela la libertadora. Es una comedia histórica, literaria y teatral. El autor Gnecco Mozo utiliza con increíble habilidad expresiones, pensamientos, ideas y textos de Bolívar y Manuelita. El libro se presentó con éxito en el Teatro Colón en 1946 y la escenificó la Compañía de Elvira Travesí. El hijo del autor, el Dr. Nelson Gnecco Iglesias, prologó el volumen con un breve pero denso ensayo. Sostiene la trascendencia de dos fuerzas en Manuelita: su pasión arrebatada por Bolívar y su mística por la libertad, pues la llevó a enfrentarse a su propia familia y despreciar no solo el dinero cuantiosísimo de su esposo, sino mirar con arrogancia olímpica la censura y el cuestionamiento que la sociedad de su época le hizo por decidirse por Bolívar, en lugar de continuar fiel a su poderoso y amoroso esposo legitimo. Entre la deslumbrante riqueza y la gloria, prefirió lo último.

Según esta ardiente comedia, Manuelita amó por sobre todas las cosas la gloria y la libertad. Las amó con un amor desaforado y romántico. Habla de su gloria como de un objeto personal y tangible. Como si se tratara de un hijo o de algo muy íntimo y personal. Y como nadie encarna la idea de libertad con mayor fuerza que Bolívar, su sentimiento por el Libertador es incontenible y compulsivo. Su fuego por el héroe fue tan incontrolable, que llegó a odiar a muerte al gran Francisco de Paula Santander, el máximo líder granadino, por discrepancias ideológicas.

La conclusión a la que se llega después de una juiciosa lectura del libro de José Gnecco Mozo es que tanto Bolívar como Manuela fueron más que seres de emoción, seres de pasión. La emoción es intensa pero momentánea. La pasión es duradera. Sin este volcán en el alma, Bolívar no hubiera encendido en llamas a todo un continente. Tanto el Libertador como Manuelita, lo que odian, lo odian de verdad y lo que aman lo aman hasta sus últimas consecuencias. No sé por qué algunos tratadistas atacan a los grandes apasionados. Los gobernados por pasiones dominantes son los que han hecho la historia. Entre los fríos y los tibios y los que tienen dinamita en la sangre, hay que aplaudir a los últimos. La pasión por la grandeza explica a un Julio César. Alejandro Magno ante las enormes conquistas de Darío su padre, a los 12 años exclamó: Y si mi progenitor continúa ganando todas las batallas, ¿qué me va a dejar a mí, para superarlo, como es mi ardiente deseo en heroísmo y gloria?