Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 21 de Febrero de 2015

Educación y subdesarrollo

 

Es necesario comprender que son raros los padres que dentro de las clases populares tienen plena conciencia de la necesidad de una educación seria para sus hijos. Ignorantes ellos mismos, no conciben bien el interés para sus vástagos, de saber leer y escribir. Además, con mucha frecuencia no se preocupan del problema, imitan lo que sucede a su alrededor, es decir, que dejan a sus hijos en la vagancia o les consiguen una ocupación remunerada. Los niños de regreso a sus hogares en la covacha familiar, no encuentran ni las condiciones materiales de espacio, de quietud, de limpieza, para aprender sus lecciones o ejecutar sus tareas, ni la vigilancia o el estímulo de sus padres.
A estas dificultades que existen por igual, en la ciudad y en el campo se agregan otras de carácter suplementario en los medios rurales. El problema de la distancia, al igual que el estado de los caminos y la importancia de lo quebrado del terreno.

Y es más grande la tentación de los campesinos de detener a sus hijos en sus casas en lugar de enviarlos a la escuela, porque constituyen una mano de obra directa, fácilmente utilizable en su terruño, mientras que en la ciudad los padres tienen mayor dificultad en obtener empleo lucrativo para sus hijos y en especial para sus hijas.

Finalmente los niños campesinos encuentran en la escuela un cuerpo de profesores menos preparados y en condiciones inferiores.
La calidad del cuerpo de docentes constituye una de las principales fallas de la educación colombiana, en casi todos los niveles de la enseñanza primaria y superior. Pero el problema de los maestros de enseñanza primaria se presenta en forma más alarmante y urgente.

La situación creada al profesorado, desde el punto de vista financiero, material y moral, es tal, que las personas dotadas de algún valor intelectual y humano, buscan en otra parte el empleo de sus cualidades.
En el ambiente escolar se desarrollan materias con frecuencia abstractas, monótonas e inútiles. Los asuntos tratados son numerosos y alejados de las inquietudes rurales. Por eso resultan aburridas y frustrantes.
Los programas no son solo enciclopédicos, sino que son ‘universitarios’, es decir, que incluyen un gran número de materias abstractas y de interés puramente científico, muy distantes de las necesidades concretas de los provincianos.

Un niño que habita en una choza carente de higiene, con una alimentación pobre y desequilibrada, en un medio rutinario, de técnicas atrasadas, en condiciones morales sospechosas, necesita ser instruido sobre los medios más aptos para mejorar sus condiciones de vida y ser preparado física, profesional, intelectual y moralmente para hacer frente a las exigencias que traerá para él la vida moderna del mañana. Los programas rurales están en divorcio con la cotidianidad de los alumnos.