“Mejores condiciones a trabajadores norteamericanos”
El arribo a la Casa Blanca de Donald Trump llenó de incertidumbre al comercio exterior. Antes de su triunfo nadie imaginaba un futuro para la economía que no tuviera como denominador común la imposición del libre mercado en todos los rincones del orbe.
Pero, con su inesperado triunfo -recordemos que todas las encuestas lo daban como perdedor-, la sorpresa provino de su atípica posición proteccionista ya que siendo el candidato del Partido Republicano, que se caracteriza por facilitar el fortalecimiento del comercio mundial, era impensable que propusiera lo contrario.
Hasta hace apenas un poco más de dos años era el Partido Demócrata el que se oponía al crecimiento del libre intercambio comercial internacional, argumentando que cada vez que Estados Unidos suscribía un nuevo tratado comercial con cualquier otro país, sobre todo con los emergentes, donde los salarios son hasta cinco veces menores, lo que terminaba haciendo era debilitar su aparato productivo y perjudicando a sus trabajadores, quienes por esa vía sentirían el debilitamiento de sus condiciones laborales, además de aumentar el desempleo.
Pero los mercados mundiales en Wall Street, Londres, Tokio o Frankfurt se mostraron indiferentes frente a las propuestas hechas por el magnate durante su campaña. No entendieron que el eslogan “América First” significaría proteger sus fronteras pretendiendo fortalecer las condiciones económicas internas.
Los que sí entendieron cabalmente las propuestas de campaña, y por eso lo eligieron, fueron los habitantes de los antiguos enclaves de la industria automotriz, otrora miembros de las marcas líderes de la producción de vehículos, pero hoy habitantes de ciudades decaídas, repletas de viejos edificios y bodegas que antes generaban empleo con vigor creciente, pero hoy están desocupadas y cayéndose a pedazos. Igual ocurre en otros sectores.
En Detroit, por ejemplo, sus habitantes vieron como las fábricas fueron desmanteladas para trasladarse a Monterrey o a los alrededores de Guadalajara en México, donde se producen a menores costos alrededor de 1.800.000 vehículos con destino al mercado norteamericano.
La promesa en campaña hecha por Trump de revertir esa situación en favor del pueblo de USA fue de buen recibo para esos ciudadanos que hoy se sienten desamparados.
Lo primero que hizo fue subir un 25% los aranceles a los productos chinos y de la Unión Europea, medida muy criticada por algunos círculos académicos y por la gran prensa de su país, que lo detesta. Dicen que eso solo traerá consecuencias contrarias a las prometidas.
Sin embargo, Trump afirma que con ello obligó a Canadá a sumarse finalmente al nuevo acuerdo comercial sustituto del Nafta.
En ese acuerdo Washington logró que el valor de la hora pagada a los obreros que ensamblen carros en México con destino a EEUU se multiplique por tres (AMLO debe estar complacido) y que el mercado de lácteos en Canadá se abra para los productos de USA. Esperan en DC que muchas fábricas regresen ahora.
Con esta señal espera Trump que el mundo entienda que es viable negociar mejores condiciones para los trabajadores norteamericanos.
¿Lo conseguirá? Estaremos atentos…