“Víctimas de drogadicción deberían gritar ‘yo acuso’”
En todas las grandes ciudades del mundo es cada vez más visible le fenómeno de la indigencia, marcado hondamente por el consumo de drogas alucinógenas. Miles de personas -más de 9.000 en Bogotá según datos del Distrito- se deshacen paulatinamente entre la intemperie, la contaminación, el asfalto y el consumo sin límites de diferentes drogas. Nadie sabe en verdad qué hacer para que esto cambie, es decir, para que la vida de estas personas sea de otra manera. En su existencia, las drogas son sus amos implacables y los terminarán llevando a la muerte, como ya les ha sucedido a muchos otros. La situación de las personas indigentes es tan solo una muestra de las consecuencias de aquel pregonar de la dosis mínima, de desbaratar la vida familiar, de no atender a tiempo la pobreza en todos sus factores, de la rumba pesada.
Por lo anterior, a mí me gustaría hacer subir al estrado de los interrogados a todos aquellos que llevan años defendiendo a capa y espada las bondades de la droga, sin límites ni contención. Son los responsables, en parte, de la degradación de miles de personas de nuestras comunidades y familias. Hay que llamar a responder por lo que han propuesto al ver las consecuencias causadas. Y enfrente de ellos sentaríamos a las familias, esposos y esposas, hijos e hijas, de quienes se pudren hoy a punta de marihuana, cocaína, bazuco, etc. Frente a ellos estarían los agentes del Estado que tienen que gastar millones de pesos en atender personas que quizás no tienen curación. Frente a ellos se sentarían quienes han perdido seres queridos, víctimas de las acciones descontroladas de los drogadictos. También habría puesto para los mandos militares y de policía que se juegan todos los días la vida para tratar de erradicar los cultivos ilícitos y, no obstante, allí se pierdan vidas u otras queden mutiladas, se sigue pregonando: “droga para todo el que quiera”.
Hay un sector del pensamiento de la sociedad que se ha dedicado a tumbar todas las barreras que protegen la vida y la dignidad humanas y les encanta posar de progresismo o cosa parecida. Su filosofía no tiene más norte que dejar al ser humanos en la mitad de un desierto, seduciéndolos con una almibarada libertad total, cuyas consecuencias están a la vista. Deberían responder ante la ley por el estado al que han llevado miles y miles de vidas. Es inaudito que sigan proponiendo lo mismo, sin importarles nada las consecuencias que se están dando. Toda persona hace parte de la raza humana y tiene derecho a esperar que quienes ocupan los puestos de dirección -en lo político, en lo ideológico, lo filosófico, en lo legislativo- la conduzcan a los terrenos de la verdadera realización personal y social y no que la abandonen luego de hacer experimentos con ella. Todas las víctimas de la drogadicción deberían levantarse hoy y gritar: “Yo acuso”.