Nos sorprendió el Presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, con el indulto al expresidente, Alberto Fujimori. Desde hace algunos días, cuando el Congreso del Perú salvó de su destitución al Presidente de la República por ocho votos, con el apoyo parcial de la Fuerza Popular del fujimorismo, se sabía que esa resurrección del mandatario peruano acusado de corrupción en el escándalo de Odebrecht que recorre a América, debía obedecer a algún acuerdo político.
Los indultos y las amnistías son instituciones que se consagran en casi todas las constituciones de los países democráticos; los primeros para perdonar la pena a los condenados y la segunda para hacer cesar la acción penal; atribuciones que se conceden al Presidente de la Republica o a los Congresos, incluso con participación combinada. Estas instituciones son inspiradas por razones humanitarias o por intereses mayores del Estado y siempre se ha considerado que tienen un límite, que son precisamente los delitos de lesa humanidad debido al bien jurídico afectado en estos casos que superan en gravedad e importancia, el interés particular del beneficiado con el indulto. El perdón es posible siempre y cuando no se cometa con su otorgamiento una afrenta mayor a las víctimas que se verían, con su concesión, doblemente afectadas o revictimizadas.
El Presidente peruano ha justificado su decisión de indultar a Fujimori en razones humanitarias; ha dicho que es un indulto humanitario a un hombre de 79 años, para que pase sus días finales en libertad. Sin embargo, pareciera que la verdadera razón que inspira el indulto fue el apoyo que recibió del fujimorismo para no ser destituido por corrupción apenas hace cinco días. No se debió por tanto a razones de humanidad sino a un arreglo político con la oposición para evitar la destitución. De ello ser así, quedarían en el vacío las razones humanitarias que deben acompañar la institución.
Hace algún tiempo trascendió que el Presidente peruano le consultó al escritor Vargas Llosa que opinaba sobre el propósito de indultar a Fujimori; a lo que el laureado escritor contestó que sería la forma de pasar a la historia como el hombre que indultó a un criminal condenado por la masacre de 25 personas y por corrupción. Los delitos por los que se condenó a Fujimori a 25 años de prisión, son variopintos y van desde las masacres de La Cantuta (1991) y Barrios Altos (1992), pasan por el secuestro de varias personas, por corrupción y fueron calificados por el Tribunal como de lesa humanidad. Claro que es triste ver la imagen del abuelo hospitalizado al lado de su hijo, es una escena de ternura que le está dando la vuelta al mundo; cualquiera siente conmiseración; ¿pero que estarán sintiendo las víctimas de todas las personas asesinadas y perseguidas en un Gobierno que no tuvo límites para respetar los derechos de la humanidad? Todo indica que estamos frente a un indulto contra lesa humanidad.