En Las aventuras de Tom Sawyer, Huck y Tom asisten a sus propios funerales. En cierta ocasión, a Mark Twain -que sabía que la historia no se repite, pero rima- un periodista casi lo pone a asistir a los suyos (de Twain, para que quede claro). Sin pudor alguno, le envió al escritor una carta, preguntándole si era cierto que estaba agonizando, como lo insinuaban algunos rumores. La respuesta de Twain fue magistral (y quizá decepcionante para el periodista): “La información sobre mi muerte ha sido una exageración”.
Se ha vuelto un lugar común afirmar que el multilateralismo está en crisis. Lo dicen sus detractores de oficio, e incluso voces más ilustradas, para regocijo -en ambos casos- de los antiglobalistas y nativistas de temporada. Algunos tienen una suerte de aversión innata hacia el multilateralismo. En otros, la innegable hiperinflación del multilateralismo suscita prevenciones ciertamente razonables. Unos cuantos están, más bien, decepcionados, acaso porque erróneamente asocian el multilateralismo a una especie de “gobierno mundial” que no corresponde a su naturaleza y que, al menos por ahora, es imposible (probablemente, no sea tampoco tan deseable). A todos ellos les sobran argumentos, y no les faltan pruebas para respaldarlos. Para todo argumento, a fin de cuentas, incluso el más descabellado, se puede aducir algo como prueba, aunque no sea más que una falacia o una paparrucha. Pero la realidad, como siempre, es mucho más compleja.
Que el multilateralismo enfrenta grandes desafíos es una verdad de Perogrullo. No existiría, de hecho, si no fuera para enfrentarlos. Por eso la discusión sobre el presente y el futuro del multilateralismo no puede depender de prejuicios ni de meras intuiciones.
Para orientar esa discusión (y tomar las decisiones correctas), resulta muy oportuno revisar el Índice de multilateralismo, divulgado recientemente por el International Peace Institute y el Institute for Economics and Peace, y que ofrece un detallado diagnóstico sobre los cambios en la cooperación internacional durante la última década, en cinco áreas principales: paz y seguridad, derechos humanos, medio ambiente, salud pública, y comercio.
¿Qué tanto participan los Estados en las instituciones multilaterales? ¿Cómo se desempeñan esas instituciones a la hora de implementar compromisos y producir resultados? ¿Cómo se relacionan con los actores no estatales, cada vez más importantes en la gobernanza global?
Según el Índice, la buena noticia es que, en las cinco áreas revisadas, hay cada vez mayor apertura e inclusión de actores no tradicionales. La regular es que el involucramiento multilateral de los Estados ha mejorado en derechos humanos, salud pública y comercio; pero se ha deteriorado en paz y seguridad y en cuestiones ambientales. La mala, que sólo en el terreno de la salud pública el multilateralismo da señas de haber mejorado su capacidad de respuesta.
Más que una crisis, el multilateralismo estaría experimentando una transformación. Tal parece que la información sobre su muerte ha sido una exageración. Lo que no es una exageración es la necesidad de entender las causas y las potenciales consecuencias de esa transformación, en un mundo que necesita no menos, sino más y mejor multilateralismo.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales