Hace pocos días se subastó en Nueva York un retrato de Edmond de Belamy por 432,500 dólares.
Lo interesante es que nadie pintó el cuadro y Belamy nunca existió.
Se trata de la primera obra de arte subastada que ha sido producida por inteligencia artificial.
Algo muy similar a lo sucedido con las Farc.
Durante los dos gobiernos de Santos alcanzaron un acuerdo que para ellos es una obra de arte y para otros no es más que un adefesio y una trampa.
La programación del retrato corrió a cargo de un grupo de franceses dedicados a experimentar con imágenes mediante un conjunto de algoritmos.
En La Habana hicieron la misma cosa: dos grupos se encerraron en un hotel durante varios años y haciendo malabarismo político crearon una colcha de retazos incomprensible e inmanejable; algo parecido al retrato de Edmond de Belamy.
Según los autores, los algoritmos que le dieron vida a la pintura constan de dos partes: el “generador”, y el “discriminador".
Le inyectaron al sistema datos de 15 mil retratos pintados desde el siglo XIV hasta el XX y el generador creó una imagen nueva.
Que fue la misma tarea a la que se dedicaron las Farc en Cuba. Como “generadores”, crearon un acuerdo basado en todas las experiencias del pasado para obtener los privilegios que antes les habían sido negados.
Por su parte, el gobierno, asumiendo el papel de “discriminador” parecía interesado en detectar las diferencias entre el interés nacional y el de las Farc, es decir, entre una imagen creada por humanos y una imagen creada por el ”generador", pero no lo consiguió.
Y no lo consiguió porque la misión del “generador” es la de engañar al “discriminador” haciéndole pensar que las nuevas imágenes son retratos reales, con lo cual, el resultado no puede ser otro que una imagen distorsionada de la realidad, un montaje amorfo pero que, eso sí, cuesta miles de miles de dólares para quien esté dispuesto a pagarlos.
De hecho, mucha gente se pregunta ahora si eso es o no es arte. Lo mismo se preguntaron los colombianos con el acuerdo de La Habana y en un plebiscito decidieron que no, que lo rechazaban. Pero aun así, se les impuso forzosamente, mediante maquinarias parlamentarias.
Ahora, cuando esa pintura se ha vendido, se sabe que hay muchas otras parecidas y que empiezan a reproducirse indiscriminadamente retratos de “parientes y familiares” de Edmond de Belamy.
De hecho, las Farc se han encargado de lo mismo: de reproducir la trampa abiertamente en materia de bienes, armas, verdad, reparación y no repetición.
Para ello, se fragmentan en varias imágenes que van surgiendo a partir del cuadro original.
Mientras unos se encargan de las lides políticas en el Congreso y de organizar la movilización de las masas en ciudades y pueblos, otros se echan al monte a organizar la base de lucha revolucionaria para acceder al poder de una forma o de otra, más tarde o más temprano, pero sin dejar nunca de ser la misma figura, de tener el mismo porte y de conformar una misma familia: la del barón Edmond de Belamy.