La intuición, dice la Real Academia Española -a quien hay que agradecer que siga limpiando, fijando y dando esplendor a una lengua que es patria para muchos- es la “facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento”, y más precisamente, la “percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad que aparece como evidente a quien la tiene”. En este último sentido, que es el propio de la filosofía, la intuición es una forma de conocimiento, hoy algo devaluada, y sin embargo sumamente útil, incluso para las ciencias exactas que por vía de intuición han logrado transitar caminos verificados después empíricamente.
Lo que sigue son sólo eso: intuiciones sobre algunas cosas que están pasando en el mundo, y no deberían ser tomadas como otra cosa. Tampoco deberían ser simplemente ignoradas o, peor aún, descartadas por ello. Las cuestiones de fondo de política internacional son, la mayor parte de las veces, invisibles; no porque no puedan verse, sino porque se ve a través de ellas, sin darse cuenta de que están ahí, al modo de un lente interpuesto que altera la percepción inmediata de las cosas. Dicho en otras palabras, la primera contemplación de la realidad política internacional casi siempre se hace per speculum in aenigmate: como por un espejo, que sólo merced a la intuición puede empezar a desempañarse. Es una verdad de Perogrullo, pero frecuentemente desdeñada en la práctica por los analistas y más aún por los comentaristas.
Intuición I. Lo que está haciendo Israel en los siete frentes en que libra su guerra existencial, así los resultados obtenidos y pueda obtener ¬que es preciso distinguir de los efectos provocados- satisfacen no sólo el interés de Israel, sino el de muchos otros. De ahí que esos otros los miren con complacencia, aunque por distintas razones se abstengan de expresarlo. A varios conviene la arremetida contra Hamás, la decapitación de Hizbulá, la erosión de la red de vicarios que sirven a Irán en la región. Como cuando alguien agradece íntimamente que otro se encargue del trabajo sucio y asuma sus costos, mientras espera su propio beneficio.
Intuición II. El de los BRICS es un muro de ladrillos mal adosados y encajados, unidos por una débil argamasa de intereses difícilmente conciliables más allá del gesto y la retórica que intenta atribuirle al bloque la representación del “sur” o de la “mayoría global”, como dice el Kremlin cada vez que puede. Su “expansión”, en lugar de reforzarlo, hará más evidente su inanidad, y a la postre no será más que lo que siempre ha sido: un acrónimo brillante como fuego fatuo.
Intuición III. Otros acrónimos y siglas, en cambio, deberían ser tomadas más en serio, como AUKUS, Quad, o -de reciente invención- CRINK (el alineamiento informal de China, Rusia, Irán, y Corea del Norte). Pero aún en este caso, se impone la cautela. La política internacional es un lenguaje performativo: no se expresa con acrónimos ni siglas, sino con hechos.
Son siempre los hechos los que en la política internacional dicen la última palabra, los que al cabo confirman o desmienten intuiciones (tal vez impopulares) como éstas.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales