El tema que más preocupa al mundo contemporáneo es el relacionado con el medio ambiente. Tiene que ver con la supervivencia. Los chinos, con toda razón repiten: “ Cuando se acabe el agua de los ríos, cuando mueran los árboles y desaparezcan los animales, el hombre comprenderá que no puede comer billetes ni monedas"
En este orden de ideas hablamos del río Magdalena, la arteria insustituible de la nación. Sostienen los expertos que la cuenca del Magdalena tiene 300.000 km2. Representa el 25% del territorio colombiano y allí vive el 80% de la población. El 90% del Producto Interno Bruto se genera en esta zona.
Cuando se habla del río Magdalena hay que pensar en tres elementos importantísimos: el suelo, el agua y los bosques.
El suelo es indispensable para desarrollar una agricultura diversificada y una ganadería intensiva. En este punto, la degradación de la tierra ha sido pavorosa. Cada año esterilizamos más de 500.000 hectáreas en forma irresponsable y sistemática.
El agua significa un segundo factor de producción tan importante como el suelo. Constituye este elemento una riqueza económica por excelencia como fuerza de vida, además de jugar un descollante papel en la continuidad de los avances agrícolas e industriales, en los planes de salubridad. El agua es también eje en el proceso urbanizador, ya que sin servicios adecuados -acueductos, alcantarillados- de abastecimiento de agua potable no se concibe un rápido y saludable crecimiento citadino y campesino.
Los ríos Magdalena y Cauca conforman un enorme potencial para generar luz, energía y progreso. Sin energía carecemos de fábricas, alumbrado y otros servicios básicos.
El Magdalena cuenta con 100 ríos tributarios. Estos disponen de inagotables riquezas pesqueras, claves para la alimentación de los 50 millones de habitantes del país.
Perú, Ecuador, Chile y otras naciones han hecho de la pesca uno de sus renglones económicos más trascendentales para la vitalidad financiera.
Los bosques constituyen el tercer factor de producción.
En el mundo se habla de un empobrecimiento progresivo e irreversible en el campo de las maderas. América puede ser la salvación si se planifica con rigor la conservación de los bosques, cuidándolos y explotándolos racionalmente. Las selvas del Magdalena y del Amazonas son importantísimas si la autoridad vigila con eficacia este recurso.
Los bosques suministran una fauna inapreciable. Su valor nutritivo es clave.
En verano sufrimos sequias devastadoras. Los animales mueren de sed, lo vimos en los Llanos Orientales-, los ríos se secan, el alumbrado se debilita y los acueductos merman su caudal.
Meses después, la situación es al contrario. Ríos que se desbordan, sementeras arrasadas, poblaciones inundadas, carreteras inservibles y millones de hectáreas cubiertas de agua y miles de campesinos muertos.
El país no puede continuar en este drama que afecta trágicamente la economía; cada año afrontamos inundaciones y sequías: lamentaciones y promesas de correctivos. El origen de todo es el hombre. Es el Gobierno el que tiene que liderar las soluciones. Funcionarios ineptos dan explicaciones insustanciales y mediocres. Si el mal no se puede erradicar, por lo menos se puede aminorar. Díos da la llaga pero también da la medicina.
No podemos continuar destruyendo las reservas forestales, pues con esta actitud causamos daños irreparables.