Jaime Pinzón López | El Nuevo Siglo
Miércoles, 4 de Febrero de 2015

Día sin carro

Desde el 2001  la capital ha tenido un día sin carro cada año y el de este 2015, también sin motocicletas, es un llamado a reflexionar sobre los problemas de movilización, de señalización, de iluminación, la condición de los peatones, de los andenes, de los incapacitados para cruzar las calles, -en ocasiones por ausencia de rampas-, acerca de la contaminación, la necesidad de ampliar vías y construir puentes, de avanzar en los programas de transporte masivo, de analizar las deficiencias del transporte público, revisar el funcionamiento de los semáforos, incentivar el uso de la bicicleta, vincular todo lo anterior a la adopción de medidas que fortalezcan la seguridad para evitar delitos como robos y atracos, mejorar la calidad del aire, buscar ahorros importantes en el uso de los combustibles. Se ha convertido el día sin carro en un símbolo para recordar problemas que afectan la vida y en el cual se reitera el llamado a solucionarlos.

Pero la jornada implica inmovilización de más de un millón de vehículos y de cuatrocientas mil motos, madrugar, congestión humana para conseguir transporte, dificultades de traslado a los sitios de trabajo, disminución de la productividad, incremento del costo de cada viaje ante la urgencia de inaplazables desplazamientos. Han transcurrido quince años desde el primer día sin carro y ahora tenemos multiplicado por cuatro el parque automotor. Solamente desde el 2011 las motocicletas han crecido, de ciento ochenta mil a cuatrocientas veinte mil, que por unas horas quedarán quietas. El día sin carro muestra realidades, pero las quince fechas de reflexión, no han impedido “carruseles de contratos”, sobrecostos, lentitud en la ejecución de obras, no realización de otras, dispersión de esfuerzos, ni disminución en la venta de automotores, cada día mayor, los cuales pueden adquirirse con facilidades, solo que sus propietarios, por la medida de “pico y placa”, las restricciones de uso, los huecos, las congestiones, al adquirirlos deben ser conscientes de su subutilización. Quienes, con motivo de la reflexión del día sin carro, proponen que se limiten sus ventas, olvidan que la recomendación se estrella con el anhelo colectivo de ser propietario de carro, así no haya avenidas ni puentes y mientras esto escribo me impacta el diseño de los vehículos que se ofrecen, incluyendo “los  felinos grandes”, hasta el reinvento de los menos poderosos y los precios accesibles de los usados.

El día sin carro antes que de solución es de mortificación. Aprovechémoslo sí para reflexionar lo importante que resulta votar por un buen Alcalde de la capital que adelante obras para mejorar la movilización y con sentido común las ejecute sin divagar y prometer imposibles. La educación ciudadana ocupa lugar destacado en esta empresa. Ojalá que el saludo a la bandera produzca algún beneficio.